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5.- Democracia, placebo de clases
Por Carlos Ramírez
La crisis electoral de 1988 planteó la urgencia de que México transitara a una democracia real, pero el bloque político del presidente Salinas de Gortari y sus intelectuales anexos encontraron en el IFE el mecanismo para liberalizar un poco las elecciones, pero sin perder el control institucional del régimen priista. Desde su fundación en 1990, el Instituto electoral ha alejado la construcción de la democracia de la correlación de fuerzas sociales productivas y la ha centralizado en un acuerdo de élites bajo el control riguroso del Estado priísta vía consejeros electorales designados por la mayoría PRI-PAN.
En 1958, el ensayista marxista José Revueltas dio una sencilla explicación de las razones de que la democracia no es una expresión del equilibrio sociopolítico, sino un mecanismo de distracción para el régimen y el Estado que representan los intereses de la clase dominante: “la única clase llamada a hacerle al gobierno revolucionario una concurrencia política, es aquella que también viene a ser la única que puede hacerle la concurrencia económica a las clases poseyente es que el Gobierno y su partido de Estado representan” (México: una democracia bárbara, Ediciones Era, Obras Completas, Tomo 16, pág. 60).
El IFE salinista –que sigue siendo vigente en la versión peñista del INE que impulsó el Pacto por México e impuso a Lorenzo Córdova Vianello como consejero presidente– no fue creado para impulsar la construcción de la democracia como producto de la correlación de fuerzas sociales y productivas, sino que su tarea fue controlar a la izquierda marxista que había sido legalizada y mediatizada en 1978 y que poco a poco fue lavando su pasado marxista para terminar como PRD priista. Desde su fundación, el IFE-INE sacó la construcción de la democracia de la lucha de clases y su tarea como organismo electoral ha sido convertirlo en la única oficina dependiente del Ejecutivo –como lo prueban todos los consejeros presidentes hasta la fecha– con funciones para construir, validar y acotar la democracia, con un papel más de Sheriff político institucional.
Este papel del IFE-INE explica el hecho de que en los últimos años los consejeros electorales se hayan convertido en policías del pensamiento político para perseguir y desprestigiar al populismo, suponiéndolo el virus que pudiera destruir la democracia electoral, aunque convirtiendo a la democracia en un régimen autoritario excluyente que determina quiénes sí pueden ser demócratas y quienes no.
La caricatura del populismo que han dibujado Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón en su último libro La democracia no se toca –cuyo contenido responde a los intereses y enfoques de Claudio X. González como el pivote de la movilización social en contra de las reformas electorales, aunque se lea como un libro doctrinario, no democrático y con presentación como del libro infantil— caricaturiza la lucha política, pero ese libro no entiende el modelo populista mexicano que con mucha claridad explicó en 1973 el politólogo Arnaldo Córdova en su ensayo La ideología de la Revolución Mexicana y dibujó con claridad histórica las razones del origen popular del régimen mexicano todavía vigente.
La tarea De Córdoba y Murayama es autoritaria, excluyente y antidemocrática porque no permite la confrontación de ideas y se convierte en un pensamiento único, siguiendo el perfil político e ideológico de Porfirio Díaz ante su última sucesión presidencial. Si el pensamiento de Córdoba y Murayama fuera democrático, entonces no tendrían que acudir a la estridencia infantil contra el populismo presuntamente de la 4ª-T.
Córdoba y Murayama en el INE consolidaron el modelo electoral del presidente Salinas de Gortari de 1990 para impedir que la izquierda socialista influyera en la construcción de la estructura electoral, sacaron a la democracia de la correlación de fuerzas sociales y productivas y centralizaron el modelo político mexicano en un acuerdo entre las élites que aceptaban el modelo de exclusión ideológica de Salinas de Gortari. Los dos consejeros electorales en fuga entraron a una situación de pánico porque el Plan B de la reforma electoral logró romper la estructura de control político para la designación de consejeros electorales que cumplieran los objetivos del modelo salinista y el próximo Consejo Electoral ya no responderá al modelito administrado y gestionado desde 1994 por el cacique electoral José Woldenberg.
En este contexto, la reforma electoral del presidente López Obrador rompió el proyecto salinista de transición a la democracia y obligó al país a salirse de la estructura autoritaria del INE.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.