Ráfagas: Voracidad panalista
Entre la clase política en general pero, sobre todo entre las mafias del Partido Morena, está claro que la primera de las preocupaciones del inquilino de Palacio es resolver el complicado entuerto de la sucesión presidencial, prevista para el 2024.
¿Y por qué es la prioridad número uno del presidente?
Por razones elementales.
Porque día a día se complica más la posibilidad de que López Obrador “logre cuajar” el sueño de imponer una tiranía de por vida, al mejor estilo de dictaduras como las de Cuba y Venezuela.
Y se desvanece el sueño porque conforme se agota el reloj sexenal, los aliados, lacayos, serviles, incondicionales y hasta sus más cercanos se van alejando poco a poco, como pateando un bote.
Así, unos pintan su raya sin explicaciones, otros se llaman a sorpresa por la tiranía lopista –como si no supieran quien es el monarca de Palacio–, mientras que no faltan los que temen pasar a la historia como parte del peor gobierno que hayan tenido México y los mexicanos.
Por lo pronto, incondicionales como los consejeros que llegaron al INE por el dedazo de López y ministros de La Corte a los que apadrino AMLO, no sólo pintaron su raya sino que han perdido el miedo a las amenazas de Palacio.
Sí, perdieron el miedo porque saben que día a día crece la debilidad del presidente, mientras que la diáspora en torno a su persona y a su poder se convierte en remolino que arrastra todo a su paso; diáspora que en el ejercicio del poder se llama precisamente así: “pérdida de poder”.
Y por esa razón, son muchos los que saben que resulta una apuesta fallida la incondicionalidad con el que se va, en el quinto año del poder sexenal, como es el caso de AMLO.
Y saben que, de ahora en adelante, deben jugar sus cartas con el más viable de los futuros aspirantes presidenciales; sea de Morena o sea de los opositores; sea ella o sea él.
Y si en política los desertores a la lealtad presidencial se cuentan por decenas, en los medios, entre mujeres y hombres de empresa y hasta entre el “intelecto chabacano” las lealtades también mudan de dirección conforme cambia la dirección de los vientos del poder Y es que son momentos en los que no vale el error o la apuesta equivocada.
¿Por qué?
Porque un paso el falso sería trágico entre los oportunistas de siempre; esos que antaño militaban en el viejo PRI, que cambiaron de piel en la llamada izquierda del PRD; que coquetearon con la derecha panista y que terminaron por militar en el adefesio de alcantarilla llamado Morena.
Lo peor, sin embargo, es que muchos de esos oportunistas que a cada momento otean la dirección del viento para mover sus piezas sexenales, tampoco tienen clara la decisión de Palacio y viven momentos de zozobra que amenazan con escalar una verdadera guerra civil en el Partido Morena.
Y es que pocos saben que López considera –con más seriedad que nunca–, la posibilidad de un “Plan B” para la sucesión presidencial; una decisión que podría dejar fuera a Claudia Sheinbaum, y que se produciría una vez que concluyan las elecciones en los estados de México y Coahuila.
¿Y cual es el “Plan B”?
Es una alternativa llamada Marcelo Ebrard, frente a la debacle que ya se asoma en la capital del país luego de la hecatombe que vive no sólo el Metro de la CDMX sino todos los servicios y el mal gobierno que padecen los capitalinos a causa del peor gobierno de su historia.
Y es que conforme se consume el sexenio de la jefa de gobierno, queda claro que Claudia equivocó la estrategia para convertirse en candidata presidencial indiscutible.
Y resulta que hoy, la incondicional del presidente, aquella que por su servilismo y lealtad lacayuna era imprescindible, se ha convertido en un lastre que amenaza con perder no sólo los votos negativos del antiguo Distrito Federal, sino el país entero.
Lo curioso es que al tiempo que Obrador analiza seriamente el “Plan B” llamado Marcelo, también parece haber desactivado al más beligerante de los presidenciables de Morena.
Nos referimos a Ricardo Monreal, a quien López le propuso la candidatura a la jefatura de gobierno del DF, a cambio de que decline de sus ambiciones presidenciales.
Un lance político que, a su vez, desató una guerra civil en la ciudad de México, al tiempo que Marcelo Ebrard se ve más fuerte que nunca y que el “tontito” de la familia, Adán Augusto, amenaza con buscar otra franquicia para estar presente en la boleta electoral del 2024.
Sí, a López Obrador se le hace bolas el engrudo a causa de la sucesión presidencial y parece inevitable una guerra civil en Morena; una batalla que arrastrará a todo el partido en el poder.
Al tiempo.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.