Ráfagas: Denuncian corrupción en Tribunal de Arbitraje Laboral
El presidente mexicano está desesperado, exacerbado y, sobre todo, enojado.
Incluso ya no busca al que se le hizo, sino a quien se la pague.
Y es que en su “mañanera” de ayer, al intentar desmentir que el Felipe Ángeles es, hasta hoy, un aeropuerto fallido, López Obrador señaló como “falso” un mensaje en redes sociales –en mi cuenta personal–, que compara una imagen satelital del tráfico aéreo en el Benito Juárez y en Santa Lucía.
La imagen de satélite muestra la tradicional saturación en el aeropuerto capitalino y ninguna actividad en el Felipe Ángeles.
Es decir, en el mensaje de redes sólo presenté datos duros; evidencia satelital que no alcanzan a ver el presidente y su gobierno.
Sin embargo, con todo el peso de su poder, López volvió a la carga contra el autor del Itinerario Político luego que la presentadora de “¿Quién es quién en las mentiras?” dijera que es falso que el AIFA sea un fracaso.
Así lo explicó el presidente: “Es falso de que no tenga uso el Aeropuerto Felipe Ángeles, no… por lo que dijeron ahí, de que no había movimiento… si hay vuelos… seis diarios y uno internacional…”
En apoyo a su dicho, el presidente pidió colocar en pantalla un conjunto de notas periodísticas y mensajes en redes que exponen que la mayor parte del tiempo no hay actividad en Santa Lucía, frente a la saturación permanente del Aeropuerto Benito Juárez.
Repentinamente, cuando el presidente exhibía “las notas”, el vocero de Palacio, Jesús Ramírez, le aclaró que la imagen que aparecía en ese momento era de una opinión de Ricardo Alemán.
Y así respondió López: “Sí, ya tenía tiempo de que no sabía de él (tiene tiempo de no saber del autor de éste espacio) pero tenemos diferencias desde hace años, con Ricardo Alemán… yo creo que como 20 años, estaba en La Jornada y desde que salió empezamos a tener diferencias…”
Está claro que López Obrador intenta, de nueva cuenta, una embestida de difamación y calumnia en mi contra. Y es que, para empezar, no pueden existir diferencias entre quienes nunca tuvieron coincidencias; entre aquellos que nunca estuvieron de acuerdo en nada.
No, presidente, posiblemente lo traiciona la memoria y olvida que desde que nos conocimos –efectivamente en los primeros años de La Jornada–, nunca cambió mi postura crítica a los métodos y los objetivos de aquel formidable líder social llamado López Obrador.
Olvida, por ejemplo, que siempre fui un severo crítico del presidente Ernesto Zedillo y, sobre todo, que cuestioné como pocos el pacto político de López Obrador y de la directora de La Jornada, Carmen Lira, con Zedillo.
Un acuerdo que significó la dirigencia del PRD para usted, presidente, y la jefatura de gobierno del entonces DF, para Cuauhtémoc Cárdenas.
Olvida que mi diferendo con La Jornada –diario del que fui fundador y sigo siendo accionista a pesar del intento de despojo de mis acciones–, fue precisamente porque la directora, Carmen Lira, puso el diario al servicio del proyecto político de López Obrador.
Pero sobre todo, presidente, olvida que el papel del periodismo crítico –del género periodístico de opinión–, no es congraciarse o tener coincidencias con un gobierno, con un presidente, con un partido, o con un político.
Olvida que la crítica es “joya de la corona” de libertades fundamentales en democracia como la de expresión y que un gobierno que aplasta la crítica, que impone la censura, que calumnia a los críticos y los coloca del lado de sus enemigos, es un gobierno que se aleja de los principios democráticos.
Olvida que el papel del periodismo crítico no es tener coincidencias, acuerdos o diferencias con tal o cual político, gobernante o presidente; el papel de los llamados “opinadores” –esos que tanto le molestan, presidente–, es ejercer la crítica, libre y sin presiones oficiales, a todas las formas del poder; sea el poder político, económico o el poder religioso, entre otros.
Pero acaso su mayor olvido, presidente, es que la defensa de una gestión de gobierno, la exaltación de la obra de todo gobierno, no se puede llevar a cabo a partir de la censura de las críticas; no se puede defender un gobierno desde, la difamación y la calumnia a los críticos y menos mediante la satanización de quienes se atreven a disentir y opinar contra un mal gobierno.
Y es que cuando un presidente autoritario, como usted, señor Obrador, le dice a los gobernados que tal o cual critica proviene “de quien tiene diferencias” con usted –léase Ricardo Alemán–, el mensaje que manda a los ciudadanos es que la censura está justificada.
¿Recuerda el: “me critican porque me odian”, que solía decir usted en aquellos tiempos de La Jornada, a los que aludió en su “mañanera” de ayer?
Lo cierto es que su diferendo, presidente, no es contra Ricardo Alemán; su enojo es con la verdad que le grita a México y al mundo que el suyo es un gobierno fallido; un fábrica de pobres como no se había visto; un cementerio de proporciones demenciales –de 130 mil mexicanos asesinados y 100 mil desaparecidos–, como nunca y que sus obras faraónicas terminarán, tarde o temprano, en el bote de basura.
Su diferendo, presidente, no es con los periodistas críticos y tampoco con los editorialistas mexicanos, sino con la crítica a su gobierno; crítica que usted y su claque oficial censuran por todos los medios y que, por ejemplo, dejó fuera de Milenio a cuatro críticos de su gobierno, en las últimas semanas.
Grosera censura que, por ejemplo, tiene amenazado con presión a Mario Maldonado, columnista de El Universal –acaso uno de los mejor enterados del mundo económico–, y quien es perseguido de manera demencial por “cometer el pecado” de indagar a fondo las trapacerías del Fiscal General, Alejandro Gertz Manero.
No, presidente, no pueden existir diferencias entre quienes nunca han tenido coincidencias. Y Ricardo Alemán nunca coincidió con López Obrador.
Y si hace un poco de memoria recordará que aquí siempre dije que así como era un líder formidable, también era –y sigue siendo–, un político poco o nada confiable, que gustaba de faltar a la verdad.
Siempre dije que López Obrador defraudaría a la nación, que sería un peligro para México y los mexicanos y que su eventual gobierno llevaría a la ruina al país y a los mexicanos.
Dije que ninguna de sus promesas de campaña sería posible de cumplir y que, con usted en el poder presidencial, viviríamos en dictadura.
Y sí, presidente, acerté en todos mis pronósticos, más allá de diferencias y coincidencias.
¿Lo duda?
Al tiempo.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.