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No es nuevo, para la mayoría de los mexicanos, que el presidente López Obrador gobierna a partir de una estrategia sólo de mentiras.
Mentiras que, a lo largo de cinco años de gestión colocan a López como el jefe de Estado y de gobierno, campeón mundial de la farsa y el engaño.
Y es que, por ejemplo, es falso el 90 % de lo que Obrador dice de manera pública y cotidiana; todo lo que promete y asegura cada mañana.
Por eso, hasta hoy, Luis Estrada, de Spin, ha documentado por lo menos 150 mil mentiras al mandatario, lo que convierte a AMLO en el presidente más mentirosos del mundo y de la historia; más mentiroso que Donald Trump.
Pero lo más grave del asunto –más que la mitomanía de Palacio–, es que la falsedad arrastró al Estado –al propio Ejecutivo–, a la pérdida de la más elemental legitimidad ciudadana; pilar de la vigencia democrática.
Y estamos en el extremo de que hoy sólo creen las mentiras de López los aplaudidores a sueldo –paleros que se venden al mejor postor–, y aquellos que reciben dinero público a través de los costosos programas sociales.
Incluso, las llamadas “mañaneras”, se han convertido en la trinchera del tirano de Palacio en donde a diario fabrica una mentirosa realidad alterna para ocultar que el suyo es un gobierno falsario y fallido, de cabo a rabo.
Peor, López no sale al extranjero –en donde es conocida su mitomanía–, porque es el presidente del que más se burlan los medios globales,
Y es que Obrador y su pandilla de pillos y mentirosos no han entendido que en toda democracia que se respete, la verdad no sólo destaca entre los pilares que sostienen la gobernabilidad, sino que es una de las razones fundamentales que dan vida al propio Estado.
De esa manera, la verdad institucional –entendida como la verdad con la que deben comunicarse las instituciones del Estado con los ciudadanos–, en los hechos se ha convertido en el verdadero sello de legitimidad de toda gestión de gobierno; no sólo en México, sino en el mundo.
Es decir, que la legitimidad de un gobierno crece y se consolida a partir de la honestidad y la verdad de sus integrantes; honestidad y verdad cuya valoración es facultad exclusiva del ciudadano.
Y por esa misma razón, porque los verdaderos periodistas y críticos independientes no dejan pasar las mentiras oficiales, López carga a diario contra los críticos y los medios que cobijan sus críticas.
Al final de cuentas, sin embargo, es tal el daño que le ha causado la mitomanía de Estado a las instituciones y a la democracia toda, que hoy resulta imposible saber dónde empieza la verdad y dónde acaban las mentiras del presidente, de sus incondicionales y del gobierno todo.
Pero la mentira oficial ha resultado tan perniciosa que, incluso anida en los tres órdenes de gobierno –federal, estatales y municipales–, en los poderes Ejecutivo y Legislativo, en el partido oficial, Morena y, sobre todo, en una buena porción social.
En efecto, por todas partes vemos a quienes mienten porque creen que si el presidente miente, ese es el camino. Si el presidente y su claque roban, el camino es la pillería; si el saqueo es defendido desde Palacio, todos se convierten en saqueadores.
Y los ejemplos de las mentiras y las raterías de Estado están a la vista de todo el que quiera ver y escuchar.
Tan sólo en las últimas tres semanas, Obrador inauguró en inconcluso Tren México-Toluca, a pesar de que está al 50% de su trazo; inauguró el Tren Maya inconcluso; inauguró un inconcluso acueducto en Nuevo León y otro tren tampoco terminado que conectará el Golfo con el Pacifico. En todos los casos, el presidente negó que haya inaugurado obras sin terminar, a pesar de las evidencias contundentes.
También en esos días se dio a conocer el Presupuesto de Egresos 2024, que endeuda al país como nunca; que reduce el presupuesto para la salud, la seguridad y la educación; que en un año electoral recorta presupuesto al INE y aumenta las dádivas sociales, además de que propone la compra de un nuevo avión presidencial. Todo fue negado por el presidente, a pesar de las pruebas.
Pero López también negó su proclividad a convertir a México en una tiranía socialista, como Cuba, Nicaragua, Venezuela y Rusia. Y es que no solo invitó al desfile del 16 de septiembre a contingentes de esas dictaduras, sino que regresó a México al club de los sátrapas socialistas. Todo lo negó a pesar de que las pruebas están a los ojos del mundo.
Pero acaso el mayor escándalo es la mentirosa encuesta oficial para seleccionar a la candidata presidencial, la señora Claudia. Luego de un circo que costó millones de pesos, López impuso a su preferida, en medio de otra mentira descomunal. Y todo en sólo dos semanas.
Hoy, el mexicano es un Estado mentiroso, con un presidente mentiroso, instituciones mentirosas y ciudadanos adictos a la mentira; adicción que terminará por derrumbar la democracia toda.
¿Lo dudan?
Al tiempo.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.