Ráfagas: Voracidad panalista
La pregunta anterior resulta obligada.
¿Por qué?
Poca cosa, por un feo antecedente en la presidencial de 2012, cuando López Obrador hizo trampa para quedarse con la candidatura por segunda ocasión consecutiva.
Sí, en aquel momento el poderoso jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard, tenía todo para convertirse en candidato presidencial, por encima de su ex jefe, López Obrador.
Sin embargo, Marcelo se acobardó al último momento, a pesar de tener en sus manos las pruebas de las raterías cometidas por AMLO y por Claudia Sheinbaum, en la gestión al frente del DF de 2000 a 2005.
Se trataba de pruebas no sólo del robo en los llamados Segundos Pisos, sino de la extorsión a trabajadores del GDF y a muchos grupos empresariales; saqueo ordenado por AMLO y operado por Claudia y que pudieron haber llevado a prisión al jefe de gobierno y a su mano derecha.
Como saben, Marcelo se acobardó al momento de tomar una decisión que, sin duda, habría cambiado la historia de México.
Y es que, al final, y cono es usual en él, AMLO hizo trampa en la encuesta para elegir al candidato presidencial para la contienda de 2012 y se impuso como aspirante presidencial por el PRD, a quien finalmente derrotó Peña Nieto.
Por eso, 12 años después de aquella traición partidista, obliga preguntar si ahora sí, “Marcelo” se comportará como un verdadero “animal político” –en riguroso concepto aristotélico–, y mostrará las agallas para imponer su candidatura a un fortalecido López Obrador.
¿O será que, por el contrario, de nueva cuenta Ebrard volverá a doblar brazos y piernas?
Lo cierto es que tanto Marcelo Ebrard como Ricardo Monreal viven los momentos decisivos de “la ultima llamada” para cumplir sus sueños de alcanzar el poder presidencial.
Y en esa “ultima llamada” ya quedaron atrapados en los juegos perversos de un López Obrador que, al viejo estilo, diseñó y operó todo el tinglado para tener el control personalísimo de la sucesión.
Es decir, López decidió quienes son los potenciales sucesores, cuando deben renunciar a su cargo, cómo deben hacer propaganda, que no habrá debate y que el verdadero “payaso del circo” no será el candidato, sino aquel que, desde Palacio, lo mueve cual marioneta.
¿Se dejará manipular de nueva cuenta el otrora cobarde Marcelo Ebrard? ¿O Marcelo será capaz de imponer su jerarquía como imprescindible de Palacio a lo largo de los primeros cinco años de la gestión de López?
Lo cierto es que la terca realidad también nos ha probado, una y otra vez, que López Obrador no tiene amigos, menos lealtades y tampoco afectos.
Obrador tiene intereses y punto.
Y hoy el interés de López no es pagar deudas o corresponder los viejos afectos o corresponder a las lealtades.
No, la verdad es que AMLO hoy sólo busca la instauración de un Maximato que le permita seguir al frente del poder, detrás del trono, y salvar el pellejo frente a la historia y a la cárcel.
Y es que para nadie es un secreto que luego del saqueo generalizado del dinero público, de la destrucción de las instituciones, de los crímenes de lesa humanidad y del mal gobierno, terminarán en prisión más de uno de “los hombres del presidente”, empezando por el mandatario mismo.
Por eso, desde Palacio manipularán la “dedo-encuesta” para que el “dedo-pueblo” llamado López Obrador decida quien le garantizará seguir al frente del poder y, claro, quien le cuidará las espaldas por los siglos de los siglos.
¿Y cómo van a responder Marcelo y Monreal?
Por lo pronto, también al viejo estilo, Marcelo se adueño del “cascarón” del partido, Morena, al colocar al frente “del aparato” a su incondicional Mario Delgado.
Pero Delgado no es más que un cartucho quemado; un político de utilería y del montón que, en los hechos, es inútil para una rebelión en la granja como la que reclama el momento.
Sí, a querer o no, Marcelo y su claque han sido fieles seguidores de la llamada “doctrina obradorista”.
¿Y cual es esa “doctrina”?
Aquella que se impuso desde Palacio y que reza: “todo aquel político que aspire a una importante tajada de poder, lo primero que debe aprender es que la sumisión vale oro, mientras que la rebelión vale madre”.
Por eso parece imposible el milagro de “la rebelión en la granja”.
Al tiempo.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.