Ráfagas: Tatiana Ángeles, cuentas pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de abril de 2018.- Es indiscutible que en México predomina un popularizado concepto: nuestros diputados son increíbles, porque es increíble que sean diputados.
Para entender un poco al aserto anotado nos atenemos al antecedente de que directivos temporales de la Cámara de Diputados federal han pretendido—en distintas legislaturas—- que los 500 integrantes (incluidos los 200 pluris) actúen conforme lo dicte un código de conducta que resultaría sorprendente –para Ripley– si lo acataran, porque los 500 legisladores estarían obligados a cumplir las siguientes reglas:
Un comportamiento intachable;
presentarse a trabajar todos los días;
no incurrir en actos de corrupción;
declinar regalos;
no usar el cargo para beneficio personal;
no interrumpir las sesiones con dimes y diretes;
evitar el lenguaje soez y las tomas de tribuna;
abstenerse de filtrar información a la prensa.
Ese “catálogo de principios”, planteado en 2016 por Carolina Monroy del Mazo, secretaria general del PRI, agregaba la creación de un comité de ética, nombrado entre los propios diputados, para erigirlo como contralor de la conducta de la Cámara.
Naturalmente que lo anterior fue una ponencia imposible de cristalizar porque al proponerse mejorar la deteriorada imagen de los diputados, sería indispensable corregir esas malas prácticas habituales mediante amonestaciones públicas o con descuentos hasta de dos meses de salario, equivalente a 280 mil pesos, enmienda que nunca admitirían los legisladores.
Códigos como este son letra muerta. Quedan plasmados sólo en papel. Si lo obedecieran habría engrosado la lista de sucesos increíbles de “Aunque usted no lo crea de Ripley”.
REGLA DE CONDUCTA FANTÁSTICA
Para no quedarse atrás de los federales, los diputados locales de Nueva Alianza de la 63 Legislatura propusieron un código de ética para regular el comportamiento de los legisladores y disminuir la corrupción, mediante “la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad, eficiencia”.
Los maestros de Nueva Alianza haciendo uso de su experiencia con parvulitos formularon que “la honradez se cumple cuando los diputados evitan incurrir en actos de corrupción y conflictos de interés; hacer gestiones fuera de su labor parlamentaria y rechazar regalos o donaciones. Evitar obtener beneficios o ventajas mediante el uso de su cargo, el abuso de poder y actos de ostentación.
CODIGOS UTOPICOS
¿Sería posible pensar que algún día los diputados de México se apegaran a un código de ética? ¿Qué aplicaran una mínima parte de sus deberes como representantes populares?
¿Sería posible pensar que en nuestros días la televisión cumpliera el compromiso social de elevar los valores de la sociedad, apegándose a la ética?
Estamos en la antevíspera de las elecciones más importantes de la historia de nuestro país y parece inalcanzable pedir a los futuros legisladores una muestra de honorabilidad; se antoja imposible que se apeguen a modos éticos, pues sus antecesores, esos 500 federales que hoy en día aún legislan, ni siquiera imaginan lo que significa la ciencia de la moralidad, la teoría del deber.
Cómo podría ocurrir ese caro anhelo si un importante número de candidatos a las diputaciones federales y estatales sufren la epidemia de la curulitis*, en la actual contienda curulera, corrompida por la participación de individuos reclamados por la ley, como es el caso del exiliado dirigente minero Napoleón Gómez Urrutia.
*(Curulitis, derivado de curul= sillón de diputados y senadores. Curulero, neologismo atribuido a diputados que buscan la reelección, a los chapulines y camaleones entretenidos en abierta refriega en pos de una curul o un escaño).
Los ciudadanos desconfiamos de un comportamiento ético de los pretendientes a la presidencia de la República pues estos han dado señales de que carecen de elemental integridad: uno, el Peje, con sospechoso enriquecimiento indebido, ambiciona la primera magistratura por tercera vez; otro, Ricardo Anaya, usó la dirigencia de su partido para autopostularse; el tercero, José Antonio Meade, dícese honrado, honesto, incorrupto a pesar de que como secretario de Hacienda y secretario de Desarrollo Social presuntamente encubrió transacciones ilegales favoreciendo al partido en el poder, del cual no es ni ha sido militante.
TELEVISA, TELE—LÉPERA
Por otro lado, la sociedad no puede ni debe aprobar el estólido servicio de la principal televisora del país que, aprovechando la campaña electoral, utiliza la comedia satírica el “privilegio de mandar” para difundir leperadas y retransmitirlas en canales públicos y de paga, violando abiertamente la Ley Federal de Radio y Televisión. Es innegable que dicho programa es visto y escuchado por niños de 4 a 12 años.
Sin ser moralistas tenemos conciencia de que los modos de expresión común han cambiado radicalmente, pero Televisa y su veintena de canales –la tele– lépera de México– abusan del lenguaje altisonante: el común denominador güey, las mentadas de madre y el continuo calificativo de “los vellos que crecen en el pubis y la ingle de los humanos adultos” aplicado a los presidenciables, funcionarios y políticos de toda jerarquía.