
Ráfagas: Alcaldesa extraviada
PACHUCA, Hgo., 18 de agosto de 2025.- En dos semanas aproximadamente, ingresarán un poco más de 24 millones de niñas y niños a la primaria y secundaria en nuestro país. Aún les quedan unos momentos más de periodo vacacional; sin embargo, durante este tiempo, vemos escenas que, aunque parezcan irrelevantes, deberı́an ser banderas rojas para todos. Niños en la mesa familiar con la mirada fija en una pantalla mientras los adultos conversan, niñas y niños en los parques, con celulares en la mano, sin mirar la pelota o el columpio, que los espera. Otros, aislados en cualquier lugar de la casa.
Es claro que nos hemos acostumbrado a una niñez silenciada, distraída, aparentemente “entretenida”, pero, en realidad, está siendo invisibilizada.
La infancia es un territorio delicado, lleno de curiosidad, creatividad y necesidad de vínculos. Sin embargo, muchas veces dejamos a los niños solos, en un mundo digital que, aunque ofrece ventajas, también implica riesgos serios: aislamiento, falta de interacción afectiva, exposición a contenidos inadecuados y, en casos extremos, a ser víctima de abuso.
Todos estamos conectados en este siglo y la niñez, está cada vez más desconectada de lo esencial. Es más cómodo entregar una tableta o un teléfono que sostener una conversación; más sencillo dejar que los videos de juegos entretengan, que asumir la tarea de observar con atención lo que nuestros hijos sienten, preguntan o callan.
Las pantallas no son enemigas por sı́ mismas. La tecnología es herramienta, pero no sustituto del cuidado humano. El problema surge cuando estás, se convierten en niñeras modernas, en muros que nos liberan de la incomodidad de escuchar berrinches o de la paciencia que requiere acompañar aprendizajes.
Ese espejismo genera una infancia aparentemente tranquila, pero interiormente vacı́a. Lo que está en juego no es solo la salud física —alteraciones del sueño, ansiedad, sedentarismo, problemas de atención—, sino también la emocional. Niños que pasan horas sin recibir una mirada adulta que los confirme en su valor.
Peor aún, la falta de observación abre la puerta a peligros mayores: abusos de todo tipo, desde el emocional hasta el sexual. Un niño sin acompañamiento, sin adulto atento, es un blanco fácil para quienes buscan manipular o explotar. Y no se trata solo de los riesgos en lı́nea; también hablamos de abusos en espacios cercanos, que pasan inadvertidos porque los adultos no se detienen a mirar señales de alarma: cambios de conducta, silencios prolongados, miradas esquivas.
El abandono no siempre tiene rostro dramático. Muchas veces es sutil: el padre que nunca pregunta cómo estuvo el dı́a, la madre que no repara en los dibujos que su hijo.