
Ráfagas: Tepeapulco, indiscreciones
MÉRIDA, Yuc., 30 de julio de 2025.-Apuro deberán tener la presidenta Sheinbaum y la mayoría en el Congreso para volver un hecho la reforma electoral anunciada. En realidad, son dos cambios de gran calado; el primero, estrictamente electoral tiene que ver con los votos, la elección y los órganos y procedimientos asociados, incluyendo la solución de controversias. El segundo, político o reforma de Estado, es la manera como los votos se transforman en cargos, de manera relevante la integración de los órganos legislativos. Se puede decir que la legislación de los partidos está en medio: son los actores centrales de los comicios y a través de ellos se organiza la representación parlamentaria.
El hilo conductor de todos los cambios a promover por el obradorismo es la concentración del poder, bien sea en el Ejecutivo o en un partido hegemónico, muy próximo al esquema totalitario, en el que una organización política se planta como única representante del pueblo o de la nación. La propuesta implica la negación de la pluralidad, idea que se confronta no sólo con las oposiciones de MC, PAN y PRI, también con los aliados de Morena, el PT y PVEM que en los comicios pasados fueron el factor para que el régimen obtuviera mayoría de votos y de mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Sin el PT y el PVEM Morena hubiera sido una minoría mayor con 41% de los votos y sin mayoría absoluta en la Cámara. Más allá de las pulsiones totalitarias del obradorismo está la realidad. Desde hace siete décadas ha quedado más que claro que el país no cabe en un partido. Imposible que el PT y PVEM den curso a su propia desaparición.
La discusión por ahora se ha centrado en el INE a partir de su desempeño en la pasada elección de juzgadores. El INE es víctima porque no contó con el respaldo del gobierno para organizar una elección, y por una reforma plena de absurdos y restricciones que implicaron una bajísima participación y un crecimiento exponencial de los votos nulos. El INE dio muestra de su capacidad para organizar elecciones en condiciones muy adversas por la falta de recursos.
La parte en la que el INE salió claramente reprobado fue en validación de la elección. Es explicable que una parte de su Consejo aprobara, de alguna manera, su propio trabajo; sin embargo, la bajísima participación, el desaseo a lo largo del proceso con el uso de los acordeones por parte del régimen y las irregularidades generalizadas en la selección de las candidaturas conducían a una postura muy diferente a la que prevaleció.
Lo que en el INE es tragedia en el Tribunal Electoral es historia de horror. De una instancia de salvaguarda de los derechos políticos ciudadanos se ha instituido en instrumento del régimen para combatir la libertad de expresión con una singularísima aplicación e interpretación de la violencia política de género. Las decisiones de estos meses no guardan precedente. El tribunal convalida lo que viene del gobierno y hace de la instancia jurisdiccional un recurso de represión a las libertades y, por lo mismo, incapaz de salvaguardar la integridad de los comicios.
Con la salida de Lorenzo Córdova, Ciro Murayama y otros consejeros y el arribo de Guadalupe Taddei y compañía al Consejo General del INE, el régimen mudó el reclamo; de la descalificación groseramente frontal se transitó a la idea de que es muy elevado el gasto electoral y que se debe proceder, por una parte, a elegir a los consejeros por voto popular y, por la otra, reducir de manera significativa el gasto electoral. Queda claro que al gobierno no importó el desastre en la elección pasada; se trata de hacer del INE un órgano electoral a modo, todavía más por el voto de aquellos consejeros independientes que cuestionaron la elección judicial.
Los consejeros que se sometieron al régiman calcularon que era la manera para evitar lo que sucedió con la defenestración de los ministros. Una mala lectura, primero, participar con el régimen es todo o nada, y conculca la libertad y la integridad profesional e intelectual; segundo, lo relevante no es el futuro propio sino el de la institución que se representa. La historia ha llamado a su puerta; la mayoría con su voto la ha cerrado y optado por el acomodamiento con el poder.
Por ahora serán testigos de la destrucción del INE y de las presiones del régimen para eliminar la creación de nuevos partidos.