Ráfagas: ¿Malos manejos en la Comisión de Búsqueda de Personas?
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de septiembre de 2016.- Me hubiera gustado que el Presidente le dijera en su cara a Trump que había ofendido a los mexicanos. Y lo hizo. Con la sutileza que demanda la diplomacia, pero lo dijo con todas sus letras.
Se dialogó con un estrafalario magnate que tiene una idea equivocada de México, pero que en unos meses puede llegar a ser Presidente del país más poderoso de la tierra, nuestro vecino irremediable: Estados Unidos.
Se trata de un fanático antiinmigrante, y es mejor que nos conozca a que no nos conozca.
Es un logro político que al final de la reunión en Los Pinos Donald Trump hablara de la necesidad de proteger los empleos en la región de América del Norte.
No habló de llevarse la Ford de regreso ni de dar por derogado el Tratado de Libre Comercio.
Por lo que oímos ayer, el discurso de Trump en materia comercial no es ni más ni menos proteccionista que el de Hillary Clinton: revisar el TLC porque ha sido ampliamente ventajoso para México.
(Aquí no deja de llamar la atención que los antiguos opositores mexicanos al TLC, ahora se digan ofendidos porque Trump –e Hillary– lo quieren revisar).
Su léxico fue diferente al atrabancado y racista que empleó en sus incursiones iniciales en búsqueda de la candidatura presidencial.
Se refirió con respeto a los mexicanos de este lado de la frontera y de quienes viven en Estados Unidos. Fue respetuoso de México y de su Presidente.
“Está en campaña”, se puede decir, y es cierto. Pero fue precisamente ese lenguaje grosero antimexicano el que le dio votos para encumbrarse hasta donde ahora está. Ayer fue distinto.
Peña Nieto le hizo ver la importancia de México para Estados Unidos, y viceversa.
También le expuso que como Presidente defendía a los mexicanos y que él había tenido expresiones desafortunadas que agraviaron.
Hablaron ambos de una zona estratégica para la seguridad, las relaciones y el comercio: América del Norte.
La invitación para venir a México se le hizo a los dos candidatos. Trump vino primero y salió de la reunión en Los Pinos con una postura distinta a la que había venido esgrimiendo desde hace más de un año.
Ojalá que venga Hillary, toda vez que con la visita de Trump quedó de manifiesto que nuestro país es de crucial importancia para Estados Unidos.
Trump insistió en el muro, aunque ya no habló de hacerlo pagar a México (lo hizo en la noche, en Arizona). Y defendió los intereses de Estados Unidos, como corresponde, desde su particular punto de vista.
Peña defendió los intereses de México y estuvo en su papel.
Se puede discutir si era o no el momento adecuado para invitar a los candidatos presidenciales de Estados Unidos. Pero el hecho es que uno de ellos, el más radical y antimexicano, aceptó de inmediato y se fue con un discurso menos radical al que había sustentado.
Fue una reunión más positiva que negativa para México.
Claro, el problema es que el gobierno de Peña Nieto tiene casi al 80 por ciento de la población en contra –por errores y omisiones que no quiere corregir– y dijera lo que dijera ayer ante Trump le iban a llover las críticas.
No se puede gobernar sin popularidad. Pero ese es otro tema del que ya nos hemos ocupado y seguiremos comentando.