Ráfagas: Denuncian corrupción en Tribunal de Arbitraje Laboral
La medicina política para los regímenes de nuestro tiempo es aplicable para lo que se trata de implantar en México por parte del presidente López Obrador. Esa medicina política la conocemos desde La República de Platón, obra que no es únicamente la construcción ideal de una sociedad perfecta de hombres perfectos, sino una sociedad remedial que reconoce la existencia de regímenes que tienden a enfermarse.
Así hemos de entender pues, que así como el estudio del enfermo ha de preceder a la consideración del remedio, el punto de arranque debe ser el examen de la situación del país, ante mi estilo muy personal de gobernar por parte de Andrés Manuel López Obrador.
El concierto de los estados, el concierto de los municipios, el concierto de las comunidades, el concierto de los asentamientos humanos, el concierto del pensamiento político y el sentido social obligan y exigen una congruencia y a una eficacia sin límite al Presidente de la República y a eso se debe la decepción que se ha dado en ciertos sectores del país con relación a la expectativa que construyó en su campaña de doce años Andrés Manuel López Obrador.
Es desconcertante el mapa político que ofrece partiendo del incumplimiento de sus promesas de campaña, empezando porque no hemos visto a nadie encarcelado por hechos de corrupción, ni tampoco signos de abatimiento a la pobreza, estabilidad social y mucho menos erradicación de la violencia criminal.
Todo esto desconcierta a la sociedad y la inquieta de tal forma que no podrá refrenarse en un momento dado en sus inconformidades si no se medica al régimen antes de que se enferme.
Ciertamente no es hasta ahora un régimen catastrófico, sino un régimen tartamudo y abrupto, con impertinencias y claroscuros, con ignorancias y soberbias, con yerros e irresponsabilidades.
Los “fifís” y “la mafia del poder”, además de nada imaginativos los motes, los mismos demuestran el maniqueísmo del presidente y la descalificación en el discurso político a los fantasmas ciertos de su obsesión, reales de su impotencia.