
Ráfagas: Alcaldesa extraviada
PACHUCA, Hgo., 18 de agosto de 2025.- El informe La educación encierra un tesoro (1996), coordinado por Jacques Delors para la UNESCO, planteó cuatro pilares del aprendizaje que siguen siendo referencia fundamental para los sistemas educativos contemporáneos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Este último constituye quizá el mayor desafío de nuestro tiempo, pues pone al centro la necesidad de formar ciudadanos capaces de convivir en la diversidad, en sociedades cada vez más plurales, complejas y en constante transformación.
Es el último pilar del que hablaremos en este espacio, sin embargo, es un rasgo característico de las comunidades urbanas, sobre todos de aquellos municipios que presentan un crecimiento poblacional mayor. La aparición de fraccionamientos donde conviven personas con diferentes lenguas, religiones, identidades de género, generaciones y contextos sociales. En este sentido, el aprender a vivir juntos exige que la educación fomente el respeto mutuo, el diálogo intercultural y la capacidad de situarse en el lugar del otro para entenderlo, antes de juzgarlo.
La empatía y la cooperación son las competencias centrales de este proceso. El cual es muy importante en contextos fragmentados se convierte en un elemento indispensable para reducir prejuicios y actitudes discriminatorias buscando construir objetivos comunes que beneficien a la colectividad. Estas habilidades, cultivadas desde la familia o la escuela y reforzadas en los espacios comunitarios, son claves para la cohesión social en sociedades polarizadas por la desigualdad o la exclusión.
En un mundo urbanizado y en permanente cambio, donde los encuentros entre personas de distintas procedencias son cada vez más frecuentes, fortalecer este pilar se vuelve una estrategia de paz y de sostenibilidad social. La convivencia armónica no se da de manera espontánea: requiere políticas públicas que prioricen la educación inclusiva, programas culturales que visibilicen la pluralidad de identidades y proyectos comunitarios que generen confianza en medio de la diferencia. Aprender a vivir juntos, implica cohabitar espacios, compartir dinámicas, sumarse a tradiciones y costumbres locales, compartir saberes, cambiar la dinámica social a la que estamos acostumbrados, aprender a escuchar más haya de solo oír, aprender a mirar nuestras diferencias pero sobre todo nuestras similitudes.