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PACHUCA, Hgo., 7 de abril del 2025.-Este 2025 se conmemoran dos décadas de la adopción de la Convención de la UNESCO sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. No se trata de un simple aniversario: esta convención es un parteaguas para reconocer que la cultura no es solo un bien simbólico, sino también un motor del desarrollo sostenible, un espacio de diálogo y una herramienta para fortalecer la cohesión social.
A lo largo de estos años, la Convención ha servido como marco normativo para que los Estados diseñen políticas públicas que garanticen la circulación de bienes y servicios culturales en condiciones de equidad, en un mundo marcado por profundas asimetrías económicas y tecnológicas. En este sentido, su vigencia no es menor: en tiempos de plataformas digitales globalizadas, inteligencia artificial generativa y conflictos armados, la diversidad cultural corre el riesgo de verse homogeneizada o instrumentalizada.
Los gestores culturales han encontrado en la Convención un respaldo para sus prácticas, al reconocer el valor de lo local, de la interculturalidad, de las identidades múltiples y de la participación activa de las comunidades en la creación artística. La academia, por su parte, ha profundizado el análisis sobre el vínculo entre cultura, desarrollo y derechos humanos. Y la sociedad civil ha jugado un papel crucial como contrapeso, monitoreando el cumplimiento de los compromisos asumidos por los gobiernos y proponiendo alternativas desde el territorio.
Sin embargo, los retos persisten. La falta de financiamiento, la precarización laboral en el sector cultural, la centralización de la toma de decisiones y la escasa transversalidad de la cultura en otras políticas públicas limitan la aplicación efectiva de la Convención. A ello se suma la necesidad de actualizar sus principios frente a nuevos desafíos, como el poder de los algoritmos en la visibilidad de las expresiones culturales o la amenaza del extractivismo cultural.
A veinte años de distancia, la Convención de 2005 sigue siendo una brújula indispensable. Seguirla implica traducir sus principios en acciones concretas, colectivas y sostenidas. Porque sin diversidad cultural, no hay libertad creativa; y sin libertad creativa, no hay futuro común posible.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.