
Menores a punto de morir ahogados en laguna de Zempoala
PACHUCA, Hgo., 21 de abril de 2025.-En un mundo saturado de datos, cifras, reportes técnicos e informes cuadrados, el storytelling se ha vuelto una herramienta esencial para conectar con las emociones, motivar la acción y visibilizar el impacto real de los proyectos sociales. Contar historias no es un lujo creativo: es una estrategia poderosa que permite que una causa se vuelva comprensible, memorable y cercana. Porque detrás de cada política pública, de cada intervención comunitaria o de cada programa social, hay vidas que cambian, personas que luchan, comunidades que resisten.
Una historia bien contada puede hacer visible lo invisible: las emociones, los procesos, los aprendizajes y las pequeñas victorias que, en conjunto, representan una transformación social. Porque las personas no se movilizan por estadísticas, sino por historias que les hablan al corazón.
Una buena historia puede transformar el modo en que se percibe un proyecto. Puede humanizar lo que de otro modo se perdería entre tecnicismos y formatos institucionales. En gobiernos de todos los niveles, muchas veces se falla no por falta de resultados, sino por falta de relato. Cuando una mujer narra cómo un taller comunitario cambió su forma de ver el mundo, o un joven cuenta cómo aprendió a transformar su rabia en arte urbano, estamos frente a algo más que testimonios. Son relatos que muestran, desde la voz propia, el valor de las políticas públicas y del trabajo colectivo.
En gobiernos locales y estatales hay múltiples casos que podrían inspirar si fueran contados con honestidad y sensibilidad. Historias de comunidades que rescatan espacios públicos, de niñas y niños que descubren su talento en un taller artístico, o de familias que acceden por primera vez a servicios culturales. Todo eso existe, pero muchas veces se pierde en una narrativa institucional que prioriza lo administrativo por encima de lo humano.
Esto no significa falsear la realidad ni exagerar logros. Al contrario: implica encontrar y visibilizar las historias auténticas que dan cuenta de lo que sí funciona, de lo que sí transforma. Contar bien una historia es hacer justicia a quienes participan en esos procesos. Es también rendir cuentas de una forma más viva, más cercana. Por eso, en un mundo donde la atención es un recurso escaso y la desinformación prolifera, contar historias de éxito, de lucha y de transformación social es, quizás, la forma más efectiva de recordar que el cambio sí es posible… y que ya está sucediendo. Solo hay que saber contarlo
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.