
Ráfagas: Sectur Hidalgo, caravana con sombrero ajeno
PACHUCA, Hgo., 17 de febrero de 2025.-La administración pública enfrenta desafíos complejos que requieren soluciones innovadoras. Sin embargo, los modelos tradicionales de gestión suelen ser rígidos y burocráticos, lo que dificulta la experimentación. En este contexto, metodologías ágiles como Design Thinking ofrecen una alternativa poderosa para diseñar políticas públicas programas y acciones más efectivas, poniendo al ciudadano en el centro de la solución.
El Design Thinking se basa en identificar problemas reales, generar soluciones innovadoras y desarrollar prototipos antes de una implementación definitiva. Esta metodología, ampliamente utilizada en el sector privado, permite reducir riesgos, optimizar recursos y mejorar la eficacia de los proyectos. En el sector público, donde el impacto de una mala decisión puede ser significativo, esta estrategia resulta clave para evitar errores costosos y garantizar que las políticas respondan realmente a las necesidades de la sociedad.
A pesar de sus beneficios, la adopción de estos modelos enfrenta resistencias importantes. Una de las principales barreras es el miedo al fracaso. En el ámbito gubernamental, el error no suele verse como una oportunidad de aprendizaje, sino como una señal de incompetencia. Además, el temor a ser exhibido en redes sociales o medios de comunicación genera una cultura de aversión al riesgo, donde se prioriza la seguridad de lo conocido sobre la posibilidad de innovar. Como resultado, muchos proyectos nacen sin pruebas previas y terminan siendo ineficaces o insostenibles.
Un aspecto fundamental del Design Thinking en la administración pública es la participación de múltiples actores en el diseño y prueba de los prototipos. Funcionarios, ciudadanos, expertos, organizaciones civiles y el sector privado pueden aportar perspectivas diversas para enriquecer las soluciones. Este enfoque colaborativo permite identificar problemas desde distintas ópticas, validar ideas en escenarios reales y ajustar las estrategias antes de su implementación definitiva. Además, involucra a la ciudadanía en la construcción de políticas públicas más cercanas a sus necesidades, fomentando la transparencia y la confianza en las instituciones.
Para transformar la administración pública, es necesario replantear la noción de éxito y error. Generar prototipos no es un acto de improvisación, sino una estrategia para reducir la incertidumbre y garantizar soluciones más efectivas. Implementar metodologías ágiles no significa actuar sin planificación, sino construir alternativas flexibles y ajustables con base en evidencia.
Si queremos gobiernos más eficientes y ciudadanos mejor atendidos, debemos permitirnos innovar sin miedo. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra visión del error y adoptar nuevas formas de gestionar lo público? La respuesta a esta pregunta definirá el futuro de nuestras instituciones.