
Laboratorio público: Creatividad con conciencia
PACHUCA, Hgo; 9 de junio de 2025.-En los márgenes de la ciudad o en el corazón de las colonias populares, han emergido espacios que rompen con la lógica tradicional de los centros culturales. No son museos silenciosos ni teatros para una élite: son lugares vivos, colectivos, de puertas abiertas. Son los FARO en la Ciudad de México, los CAO en Oaxaca, los PILARES visiones que entienden a la cultura como un derecho, no un lujo.
Los FARO (Fábricas de Artes y Oficios) nacieron como una respuesta a la desigualdad urbana. En Iztapalapa, Oriente o Milpa Alta, ofrecieron desde el inicio talleres gratuitos en serigrafía, carpintería, fotografía, teatro, cine o encuadernación. Más allá de la técnica, ofrecen algo más poderoso: una visión del mundo. Una que cree que la cultura puede generar sentido de pertenencia, autoestima.
En Oaxaca, los CAO (Centros de Artes y Oficios) vinculan el arte con las raíces indígenas, el trabajo colectivo, la economía solidaria y la construcción de paz. No es casualidad que en estos espacios se hable tanto de lo común: el común saber, el común hacer, el común soñar.
PILARES (Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes), por su parte, han sido una apuesta por una ciudad educadora. No sólo imparten talleres artísticos y oficios, también permiten terminar la preparatoria, desarrollar proyectos productivos o contar con acompañamiento psicológico. Ahí la cultura y la educación se entrelazan.
Estos espacios no son perfectos, ni inmunes a los retos presupuestales o políticos. La transición a estos modelos puede comenzar por resignificar los espacios existentes: convertir bibliotecas o casas de cultura en puntos de encuentro más horizontales. También implica cambiar la mirada institucional: dejar de ver a las personas como “usuarios” y reconocerlas como sujetos culturales. Formar promotores comunitarios, integrar saberes populares y articular redes de colaboración entre gobierno, sociedad civil y artistas son pasos esenciales para esta transformación.
En tiempos donde la violencia y la desigualdad parecen extenderse, estos espacios apuestan por lo contrario: por el encuentro, por la palabra, por la creación colectiva. Lejos de la idea de que el arte “distrae” o embellece, aquí el arte es motor de cambio. Y si algo enseñan los FARO, CAO y PILARES es que, cuando la cultura se pone al servicio de la comunidad, deja de ser un programa más y se convierte en posibilidad. Posibilidad de otro presente y de otro futuro.