Radar Político / Reforma con justicia…
Por años, los espacios públicos han sido el reflejo del compromiso —o del abandono— de un gobierno con su comunidad. Son más que simples plazas, parques o edificios en desuso; representan puntos de encuentro, identidad y desarrollo. Sin embargo, en tiempos donde las limitaciones presupuestales suelen ser la excusa para la inacción, es crucial entender que el verdadero motor de transformación no siempre es el dinero, sino la visión.
Una administración con enfoque innovador sabe que un espacio público abandonado no es solo un problema urbano, sino una oportunidad. Donde otros ven muros desgastados y estructuras vacías, una institución con perspectiva creativa ve foros al aire libre, centros culturales, galerías comunitarias, bibliotecas vivas. El desafío no es solo invertir, sino repensar, articular, sumar actores y darle al espacio una vocación que lo haga sustentable y apropiado por la comunidad.
Ejemplos hay muchos. Parques que fueron rescatados a través de programas de arte urbano, antiguas fábricas transformadas en museos o espacios vecinales que, con una programación adecuada, se convirtieron en polos de innovación y convivencia. Estos casos exitosos no fueron producto de un presupuesto abultado, sino de la determinación de ver más allá de la carencia y apostar por el ingenio.
El rescate de espacios públicos no es solo una obra de infraestructura; es una estrategia social. Un parque renovado sin actividades seguirá vacío. Una casa de cultura sin participación comunitaria se convertirá en un elefante blanco. La clave está en dotar estos lugares de un propósito claro, de tal manera que la comunidad los haga suyos. Y para lograrlo, se necesita una gestión que no tema salir de lo convencional, que dialogue con artistas, gestores, académicos y vecinos, y que entienda que los espacios viven cuando la gente los llena de contenido.
Pensar fuera de la caja no es un lujo, sino una necesidad. En tiempos donde los recursos son limitados, la creatividad es la mejor inversión. Porque al final, un gobierno que rescata sus espacios públicos no solo mejora su imagen, sino que fortalece el tejido social y el sentido de pertenencia de su gente. Y eso, más que cualquier presupuesto, es lo que verdaderamente transforma una comunidad.