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Insensato regocijo
Twitter: @OswaldoRamirezG
Quizás no habíamos tenido un grado importante de tensión bilateral entre nuestro país y Estados Unidos desde la época cardenista, allá a finales de los años treinta del siglo pasado. Aunque tampoco es que las relaciones entre ambos sean históricamente finas y cordiales; desde el primer agente designado por el país vecino del norte, Joel Roberts Poinsett a principios del México independiente hasta Henry Lane Wilson durante en el período presidencial de Francisco I. Madero ha habido mayor o menor tensión entre ambas naciones, ni que decir de aquel infame momento de intervención y perdida territorial a mediados del siglo XIX (1846-1848).
Lo cierto es que las declaraciones de algunos congresistas estadounidenses en semanas y meses pasados donde vituperan las acciones del presente gobierno mexicano rayan en lo absurdo. Entre estas destacan las infortunadas palabras dichas por el senador de Luisiana, John Kennedy. Es sabido que además de que obedecen a su propia agenda de intereses entre ellos sobresale las campañas políticas para elección o reelección de su congreso, pero ello no justifica que quieran tomar como piñata los asuntos internos de México de manera airada e ignorante en apariencia.
Para México las relaciones con Estados Unidos, muy a su pesar son cruciales, pues es el principal socio comercial y pese a que para el vecino país el porcentaje de ganancias percibido para ellos al respecto es menor, pues la economía generada por los estados de California o Texas supera por sí sola a la de México, se les olvida que aun con esa dimensión, somos uno de sus principales socios comerciales en América Latina junto con Brasil, Argentina y Colombia, y que de cierta forma fungimos como cabildero con los demás países hermanos de centro, sur y el Caribe, tanto por la cercanía geográfica como por la dimensión de nuestra economía respecto a la mayoría de los demás países latinos, exceptuando los ya mencionados.
Pero esto no es suficiente para el senador Kennedy, quien con un dejo de soberbia y ligereza se atrevió a señalar en una reunión con la directora de la DEA, Anne Milgram que “sin ellos [los Estados Unidos] México estaría comiendo comida para gato…”
Alguien que le avise por favor que, nuestros amados michis hoy por hoy son tan mimados y procurados, incluso más que la de nuestra propia vida; cada vez son más las “karen hembra y karen machos” que dedicamos gran parte de nuestro tiempo y finanzas a la manutención de nuestros gatunos amigos y compañeros. Así que ese intento por insultarnos con tal comparación debería incluso halagarnos.
Por otra parte, eso de comer comida para gato no suena agradable, sobre todo cuando no tenemos el mismo paladar, aunque si una extensa variedad de marcas de donde escoger y ahora más que nunca en el “quien es quien” de la PROFECO sabemos a ciencia cierta que producto es mejor que otro.
Volviendo al punto, el problema del tráfico de drogas es un mal compartido entre ambas naciones tal como lo señala el susodicho senador y que se necesitan acciones conjuntas de ida y vuelta, pero eso no implica ceder la soberanía a la entrada libre de fuerzas estadounidenses que solo empeorarían las cosas con estrategias maniqueas como la de «Rápido y Furioso” durante el calderonato. Urge terminar con este grave problema, pero cada uno a lo suyo porque también existen criminales, intermediarios y gran demanda de este tipo de productos en Los Ángeles, Chicago y Nueva York lugares desde donde se esparce hacia todo el resto de la unión americana.
Que no quepa duda de que es un problema de ambos países y que victimizarse y agregar culpa al gobierno mexicano solo refleja su grado de hipocresía. Valdría la pena también bajar el tono sobre una posible intervención, pues ni ambos países están para este tipo de maniobras, las cuales difícilmente apoyaría su actual presidente, ni tampoco creo que en el desgaste que tiene Estados Unidos con otros conflictos geográficamente lejanos, le convenga echarse uno a cuestas en la puerta de su casa.
Por lo pronto como dice en una parte de aquel célebre corrido, La Persecución de Villa, declamado por el gran actor y recién desaparecido don Ignacio López Tarso, “que pensarán los bolillos tan patones que con cañones nos iban asustar, si ellos tienen aviones de amontones, aquí tenemos lo mero principal…”
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.