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Nuestra planta, Cuetlaxóchitl, fue robada hace dos siglos y pocos lo recuerdan, pero eso si, muchos se enriquecen con ella. Paradójicamente ahora causa gran escándalo que el derecho de las obras de Frida Kahlo estén en manos extranjeras. Un caso de proporciones mundiales por su gran fama, es el de la Cuetlaxóchitl, llamada en lo común flor de Nochebuena, que pasó a manos extrañas hace dos siglos y a nadie parece interesarle. La flor, endémica de Guerrero, está registrada por Estados Unidos y ni siquiera con el nombre original, en náhuatl. Si en el viejo sistema, la gente no era prioritaria y lo vemos en la acumulación de pobres que dejaron, menos les iba a importar la protección de las grandes riquezas nacionales. El interés que expresaron expertos en la materia, historiadores, antropólogos, artistas, etcétera, parece haber caído en el vacío y lo vemos en la forma como nuestros valores se rematan en el mundo al mejor postor. En el caso de obras de arte y valores botánicos endémicos de México, culinarios incluso, la situación es igual. Marcas registradas y protegidas son pocas y solo cuando producen altos ingresos como ocurre con el tequila y los mezcales, se formalizan registros. El tequila está registrado desde 1974 y en fechas posteriores fueron registrados los mezcales, el sotol, el bacanora, la charanda, la raicilla, todas de agave, a excepción de la charanda. Hay registro de chiles, arroces, cafés, cacao, vainilla, como productos de origen, artesanía manual a partir de loza y pedrería como la Talavera, Olinalá y ámbar. Hay registros de comida elaborada, pero se ve escasez en platillos de gran fama tan singulares como los yucatecos, los veracruzanos y los poblanos. En algunos estados como Yucatán, la Unesco ha declarado patrimonio de la Humanidad sus platillos, pero la formalización en marca para su uso, no la vemos. Incluso en el caso del tequila pese a su registro, hay países productores que ya usan nuestro nombre. Además de que hay capitales extranjeros involucrados en el país.
UN MÉXICO ROJO EN EL MUNDO EN ESTE TIEMPO, CON LA CUETLAXÓCHITL
El famoso ornato que para expertos no es una flor sino una planta cuyas hojas se colorean, ha sido detectada científicamente como ancestra según Semarnat, de Guerrero. De hecho en la época prehispánica fue una planta muy utilizada para remedios caseros. Los invasores la vieron tan hermosa, que de inmediato le dieron nombres religiosos y la relacionaron con la fecha en la que expresa su mayor intensidad. Ahora los cambios en esa planta han producido coloridos diferentes y la flor puede ser blanca, amarilla, jaspeada. Lo irónico de su origen, es que México que solo sobrepasa los 20 millones anuales de producción en esta época, es de los países que menos participación tiene en su explotación. Con plantaciones a nivel mundial, actualmente se venden por las fiestas decembrinas, más de 500 millones del ornamento. Aquí, los productores de Michoacán, Guerrero, Puebla, México, Morelos y Oaxaca que usan, según la Semarnat invernaderos con riegos tecnificados, no han podido superar sus ventas anuales. La avalancha extranjera se ha posicionado de su explotación, como sucede con el chocolate, la vainilla y otros productos endémicos.
EL EMBAJADOR POINSETT, LADRÓN DE CUETLAXÓCHITL, ERA OREJA DE EU
A los medios gringos les gusta la broma. La BBC de Nueva York publicó un artículo con el título de Cuetláxóchitl la flor que se fugó de México. Craso error, fue robada descaradamente por el embajador Joel Robert Poinsett en1829, quien fungió de plenipotenciario aquí y lo hizo en otros países, para servirle de oreja a Estados Unidos. En su permanencia, según el Diccionario Enciclopédico de México, de Humberto Musacchio (Raya en el agua 2006 primera edición), fue uno de los que presionaron para la venta de los territorios mexicanos del norte e incluso ofreció grandes cantidades para lograr su propósito. Cuando salió huyendo de México tras la molestia que causaba en los círculos políticos, se llevó la Cuetlaxóchitl. Antes ya se había robado un códice que México pudo recuperar posteriormente. La planta la desarrolló en su jardín y más tarde la donó al jardín botánico Bartram, que la registró como propia del país, con el apellido del mencionado diplomático. Así se le conoce en muchos lugares del mundo. México ha tratado de recuperar el registro pero no ha podido, pero desde centros de investigación, de Chapingo por ejemplo y la propia Semarnat, se informa que dentro de las muchas variedades, hay 18 que están en nuestro país como originales y ya cuatro de ellas están en registro. Algo es algo.
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