(W) Ecos Sindicales: Roberto Zerón Sánchez
Quizá algún día volveremos a hacer una gran fiesta. Por ahora, estamos en espera de la fase 3, la más perniciosa. Y eso no obsta para que nos alegremos de los países que han ido saliendo poco a poco de la emergencia: Italia y China entre ellos. A esta le quieren echar la culpa –y las agencias gringas prestas a difundirlo–, por los seis días que dicen que ocultó el virus, pese a que el gobierno chino presentó documentos que demuestran que la preocupación se había expresado, pero no se aceleró la información, para no crear una alarma que podía ser falsa. Hay gobiernos que tuvieron semanas para prevenir males mayores y no lo hicieron. El de Estados Unidos se dio el lujo ya en medio de la gran pandemia, de preparar un golpe de estado, de amenazar países y de paso en los últimos días cuando ya están en el primer nivel del desastre, de suspender la ayuda a la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando se necesita tanto su presencia. El pleito con la OMS ya venía de tiempo atrás, acusado por Trump el organismo de la ONU, de estar favoreciendo a China. El magnate, censurado por buena parte de los países por esa decisión, la utiliza como pretexto en momentos climáticos, cuando se enfrenta a sus propios gobernadores y se declara prácticamente en monarca, como lo han llamado sus congéneres con jiribilla. No hay que olvidar que todos los gobiernos de ese país, llevados por la soberbia han hecho lo mismo ante la comunidad de países. Repudian a la Corte Penal internacional, a la masiva votación en el Consejo de Seguridad en contra del bloqueo a Cuba; crean leyes que se oponen al derecho internacional vigente y omiten los acuerdos sobre el cambio climático, entre muchas decisiones tomadas en la ONU.
Las grandes fiestas mundiales, signan el final de una crisis o su inicio
En los países en donde la claraboya del Covid 19 se ha abierto o éste anuncia su salida, la primera expresión ha sido de fiesta, de resurrección a la vida. Los seres humanos buscan la alegría cuando la claridad se abre en sus vidas, pero también lo hacen cuando el final está próximo. Es común que a los condenados a muerte se les permita gozar en su apetito, lo que más les gusta. Algunos que se suicidan, lo hacen después de un gran jolgorio. En el libro La fiesta (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes 1995) de UWE Schultz, se reúnen cuatro de las historias de las grandes fiestas de las muchas que presentó el autor en la radio alemana. Descritas por varios autores pretenden exhibir los momentos extremos de algunos pueblos y países, cuando se trata de mostrar su alegría. Pero esta puede estar revestida de un gran temor, una gran crisis, o de un descubrimiento en el contexto social en que se desarrolla. En este último caso se reseña por UWE Schmitt, la gran fiesta de Woodstock que causó tanto impacto mundial en agosto de 1969 del siglo pasado. Planteaban los miles de asistentes que asistieron en medio de una carencia casi vital por el exceso de congregados (medio millón), el repudio a un mundo absurdo que los maniataba y con el surgimiento de la cultura Beat desfogaban su vida en medio de la protesta, la búsqueda de una nueva vida y las drogas. Algunos extremistas hablaron de la comunión Marx y la Coca Cola. La propuesta se fue evaporando con los años, ante el surgimiento del neoliberalismo que acalló los sueños de varias generaciones y quedaron muchos de ellos insertos en su mismo sistema. Otros murieron por la drogas como fue el caso de famosos cantantes que participaron en esos eventos, como Janis Joplin y Jimi Hendrix, entre otros.
En epidemias, la gente se aferra a la vida, a través de sus fiestas
Aquí se dio la gran fiesta del Festival Vive Latino, días antes de que se declarara la Fase 1 de la epidemia (llamada todavía así por el gobierno mexicano). En la soledad de sus casas, quizá ya muchos planean lo que harán para alegrarse una vez que esto se aleje. Del libro de Schutz mencionaremos otros dos episodios Las bodas campesinas de la Edad Media en la que se hablaba de una gran crisis como a la que nos enfrentaremos todo mundo en esta tragedia y El otoño dorado de Venecia. En el primer caso se reseñan con cierto enfoque humorístico las grandes fiestas que arruinaban al medio campesino de los poblados medievales, cuando se trataba de casar a sus hijos. Llegó aquello a tal extremo, que la autoridad tomó cartas en el asunto y prohibió esos grandes bacanales de varios días que arruinaban a las familias enteras y repercutía la situación en la pobreza de los poblados. La de Venecia es una bella historia de la ciudad a la orilla del Adriático, sumergida en el agua y la forma como sorteó la gran peste de 1576, en la que murieron más de cien mil personas. Un narrador de la época señala como la gente de todos los pueblos cercanos se volcaron a Venecia y autoridades y clérigos realizaron una de las grandes fiestas de muchos días, de las que se tienen noticia en esa ciudad. Se menciona la forma como establecida la tradición, el dogo o alto funcionario del gobierno, se unía en matrimonio con el mar en una ceremonia llamada sposalizio del mare. La celebración de esa ceremonia fue cancelada por Napoléon Bonaparte en 1797. Los asistentes decían: ”Al fin dios en su misericordia, miró desde los cielos y ordenó a la plaga que se detuviera al momento”. Ojalá nuestros dioses aztecas hagan lo mismo…y pronto.