Ráfagas: Voracidad panalista
INDICADOR POLÍTICO
En tanto que tiene que ver con la construcción del pensamiento de los niños respecto a su realidad histórica, la educación y de manera concreta los libros de texto gratuitos se mueven en el escenario de la disputa ideológica por el proyecto nacional.
Los libros de texto surgieron en 1959-1962 en un escenario de lucha ideológica entre tres corrientes fundamentales del régimen: el gobierno posrevolucionario de López Mateos, la punta de la cresta del neocardenismo socialista-no-marxista y la percepción de la alianza conservadora empresarios-padres de familia-organizaciones empresariales de que quería parar la radicalización política.
López Mateos encabezaba una corriente burocrática que se movía entre dos escenarios extremos: de un lado, los radicales socialistas, entre ellos el líder de campesino Rubén Jaramillo, y el copamiento de organizaciones sindicales de empresas del Estado por parte de dirigentes del Partido Comunista Mexicano; de otro, la burocracia revolucionaria que se movía entre la corrupción y el rescate de los valores históricos, pero que sentía que el control del país se le escapaba de las manos por el radicalismo ideológico, lo cual habría de explicar las razones de la designación del duro Gustavo Díaz Ordaz y su operador Luis Echeverría Alvarez en la Secretaría de Gobernación.
López Mateos traía una vena de radicalismo revolucionario que resumió con toda claridad en aquella declaración del 2 de julio de 1960 y que captó la atención de los titulares de los periódicos: “somos de extrema izquierda dentro de la Constitución”, pero no pudo entenderse con el activismo del general Cárdenas y los cardenistas que estaban potenciando la revolución cubana para construir en México un movimiento de izquierda socialista alrededor de dos iniciativas: la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz que derivó en la Organización Latinoamericana de Solidaridad y la construcción del Movimiento de Liberación Nacional que agrupaba a casi toda la izquierda mexicana y sus diferentes dirigentes radicales, de manera sobresaliente los cardenistas. El antecedente poco estudiado y menos aún articulado estuvo 1947 con la reunión de los marxistas mexicanos en el Palacio de Bellas Artes, abriendo canales de intercomunicación estratégica entre la izquierda del PRI, la izquierda marxista y la izquierda cardenista.
Los libros de texto se contextualizaron en el enfoque progresista y nacionalista del presidente López Mateos, en cuyo sexenio se tomaron cuando menos tres decisiones estratégicas: la nacionalización de las acciones de la industria eléctrica, la negativa de López Mateos a que México rompiera las relaciones diplomáticas con la Cuba socialista por órdenes directas del Departamento norteamericano de Estado y los libros de texto gratuitos para construir un modelo ideológico-educativo funcional al proyecto nacional de la Revolución Mexicana.
El debate sobre los libros de texto obligó a la derecha a organizarse y dar una batalla común: los padres de familia que querían una educación religiosa en las escuelas públicas del Estado, la iglesia católica que quiso revivir la Cristiada de finales de los años 20 y nada menos que el Partido Acción Nacional como el pivote político para llevar la batalla a las instituciones públicas y defender la educación religiosa en todas las escuelas. El líder panista encargado de esa tarea fue Adolfo Christlieb Ibarrola, encabezando un PAN de configuración ideológica religiosa que lo llevó a tratar de convertirlo en un Partido Demócrata Cristiano.
En noviembre de 1960, cuatro meses después de aquella declaración de “extrema izquierda” de López Mateos, la cúpula empresarial aglutinó el proyecto social progresista de López Mateos alrededor de un Estado fuerte y públicó un desplegado provocador: “¿Por cuál camino, señor presidente?”, decía el texto firmado por la Concanaco, la Concamin y el sindicato patronal de la Coparmex, señalaban “con positiva intranquilidad” la expansión económica, política e ideológica del Estado y se preguntaban, en su punto dos: “¿es que nos encaminamos, a través de un intervencionismo creciente, hacia un socialismo de Estado?”
En este contexto la derecha pasó a la actividad de respuesta y el 2 de febrero de 1962 organizó una gran manifestación de protesta en Monterrey, Nuevo León, sede de la ultraderecha empresarial, para anunciar el incumplimiento de la obligatoriedad del uso de los libros de texto.
Como la historia es cíclica, las protestas hoy contra los libros de texto tienen un ayer que hay que reconstruir.
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