Ráfagas: ¿Malos manejos en la Comisión de Búsqueda de Personas?
Twitter: @OswaldoRamirezG
La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…
Porque no tiene, porque le falta, marihuana que fumar…
Que sea prohibida no quita de que uno no se pueda darse un buen jale de la yerba del diablo, el orégano soñador: la marihuana. Sin distinción de género o clase social zumbarle a la grifa ha sido un deleite de mexicanos desde el hace un par de siglos, los héroes de esta historia fumada son los conquistadores españoles quienes trajeron junto con otros productos el cáñamo o cannabis de donde se sacaría más tarde la marihuana. Sin embargo, esto no significa que antes no existieran otros medios de recreación o relajamiento, desde la época prehispánica los pueblos originarios utilizaron de manera ritual o prohibida sustancias con efectos alucinantes como el peyote y los hongos alucinógenos.
Durante más de trecientos años se sembró libremente, es decir del siglo XVI al XVIII. La utilización inicial que se le otorgó fue como fibra de cáñamo, pero al final de 1700 y pese a que no existían las condiciones de riego ni la tecnificación para cultivar extensivamente la planta, su producción se descartó. A pesar de ello, la exploración e incorporación en la herbolaria mexicana le encontró utilidad, sus propiedades terapéuticas e trasladaron a las recreativas y su bajo costo hizo que algunos círculos sociales lo consumieran como sustituto del tabaco el cual era más caro. Ahora bien, la sustitución y persecución de la cannabis no solo se originó a que le mercado le tabaco se veía amenazado por el consumo de esta sino por los diferentes efectos que esta generaba en los individuos, relacionándola directamente con la violencia y desorden público, por ello para finales del siglo XIX se marginó su consumo.
En su trabajo de tesis doctoral titulado La criminalización del consumo de la marihuana en México, 1912-1961, el historiador José Domingo Schievenini, refiere entre otras cosas a la evolución que sufrió el consumo de esta planta, su mercantilización y el impacto en el tejido social a lo largo de esos años. Lo que nos lleva a reflexionar y cuestionarnos ¿Cómo fue que paso de un medio de recreación a la mercantilización e ilegalidad fuente de capital y desarrollo de diversos carteles de la droga desde finales de la década de 1970? No sabría cómo responder a detalle a lo anterior, pero es simple, obedece a un mercado, al consumo en masa y la sustitución de su primo hermano, el opio.
Se preguntaran ¿Por qué toda esta antesala y referentes históricos? Simple, porque la semana pasada el Senado de la República discutió y aprobó el uso de la marihuana para fines medicinales y recreativos. Una de las justificaciones es fomentar la paz y la seguridad de la sociedad y con ello detener el comercio ilegal, la corrupción y la violencia. Sin embargo no será sino hasta el próximo 15 de diciembre donde se dará la resolución y lineamientos definitivos. La propuesta inicial infiere que su consumo sea controlado no mayor a los 28 gramos en personas mayores a los 18 años, permitiendo un consumo casero de entre seis y ocho plantas como máximo. La iniciativa no pudo llegar en mejor momento, ya que en otros lugares como Dakota del Sur, Nueva Jersey, Arizona y Montana, Estados Unidos, respaldaron iniciativas similares en sus senados. En tanto que en Colombia en la Universidad de Antioquía se están realizando pruebas con cannabis buscando un posible activo que contrarreste los efectos del covid.
Llámeme escéptico o amargado pero pese a que los resultados a mediano plazo pueden ser positivos, en un mercado delictivo donde dicha planta al parecer está siendo desplazada por los cárteles de huachicol, la trata de blancas y el tráfico de otros estupefacientes, la propuesta del legislativo suena poco relevante. Desde hace algunos años el mercado chino y algunos minoristas muy abusados introdujeron marihuana pirata (mezcla de epazote, marihuana y otros enervantes), la cual aunque no prosperó sentó el precedente para su producción casera sin un control de calidad y con ganancias regulares, del mismo modo durante los últimos 15 años, las organizaciones delictivas han generado diversos híbridos y combinaciones que por mucho superan los efectos naturales de la planta volviéndolos altamente nocivos.
Por si fuera poco la compra-venta de esta es relativamente bajo para el mercado nacional y de fácil acceso. La regularización posiblemente generará mayor evasión del producto y el alza de compra-venta por parte del coyotaje, amén de que los señores traficantes serán en teoría considerados como empresarios; ahora sí con gusto y orgullo podrán decirse libremente cuando se les interrogue que son de oficio agricultor. Aquí la cuestión estriba en los mecanismos que utilizará la delincuencia organizada a partir de su legalización, dado a que su consumo será permitido y generará impuestos a mayores de 18 años. Obviamente es como en el consumo del alcohol, quien tiene para whisky lo paga, quien no, se conformará con cervezas, el punto es ¿Qué pasara entonces con nuestros niños y jóvenes menores a esa edad? Será un mercado marginal de fácil acceso, donde los saldos (bagazos) de la droga irán al por mayor, lo cual implicará otro tipo de problemáticas a solucionar.
Pero no se preocupen, podemos estar felices (o no tanto porque el consumidor pagará impuestos por ello) Pues con esta ley no sólo nos acerca a sentirnos un país de primer mundo, dentro de poco podremos compararnos con Ámsterdam, por ejemplo. Mejor aún, nuestra rosca de reyes del próximo año, nuestras manteconchas y los brownies de chocolate podrán aderezarse de manera libre con este oreganito. Preocupémonos después, ya que si bien con el índice creciente de violencia a nivel nacional, si las fuerzas de seguridad no se dan abasto o no quieren dárselo en el combate contra carteles de droga y huachicol, menos se lo darán al combatir el mercado informal de la cannabis; baste ver lo que está pasando en zonas de Veracruz, Michoacán, Jalisco, Mérida y en el 99.99% del territorio mexicano, en donde en algunos lares ni la Guardia Nacional e quiere entrar.