Ráfagas: Voracidad panalista
INDICADOR POLÍTICO
Ante las actividades intervencionistas del embajador estadounidense Ken Salazar en modo John Gavin, México le está recordando a Estados Unidos que la relación bilateral es más que los intereses empresariales de empresas en el sector eléctrico que han querido dar el influyentazo a través de legisladores y presiones amenazantes desde la Casa Blanca.
El nuevo colapso migratorio que está horadando la frontera y que se metió en la carrera presidencial estadounidenses 2024, la existencia misma del Tratado de Comercio Libre denunciado por violar la soberanía nacional y el cierre de la oficina mexicana antinarcóticos que trabajaba con la DEA en pleno auge de contrabando de fentanilo y los más de 100,000 muertos anuales por sobredosis de esta droga, han hecho añicos los compromisos del Encuentro Bicentenario.
A pesar de los abrazos en encuentros virtuales entre los dos presidentes, la Casa Blanca no ha variado su enfoque de dominación de México. La gestión del embajador Ken Salazar como diputado 501 en la discusión de la ley eléctrica en el soberano Congreso mexicano fue el punto culminante de comportamientos agresivos y unilaterales de Estados Unidos para intervenir en procesos políticos mexicanos para imponer los puntos de vista de los intereses de las empresas eléctricas estadounidenses.
Si Estados Unidos en la lógica del Memorándum Negroponte de 1991 usó el Tratado para liquidar el enfoque nacional de México en políticas de interés estadounidense y en la disputa por la geopolítica imperial, México podría estar usando presiones en sentido contrario para recordarle a la Casa Blanca que no se puede reducir la relación bilateral a los contratos energéticos de empresas estadounidenses que han preferido las presiones del Gobierno de Estados Unidos y no acudir a los tribunales internacionales para solución de controversias.
En Palacio Nacional registraron con mucha precisión la complicidad estadunidense de la alianza opositora PRI-PAN-PRD y los intereses que la controlan y que provienen de la Coparmex, del activista empresarial ultraderechista Claudio X. González y del embajador Salazar haciendo lobby para conseguir el voto legislativo en contra de la reforma eléctrica.
El saldo en la votación del domingo fue una victoria pírrica para la alianza opositora, porque el Gobierno federal va a aplicar a todo el instrumental del Estado para implementar en los hechos un acotamiento severo a las inversiones extranjeras eléctricas y que pagará el costo de las controversias en tribunales internacionales. En Palacio Nacional pareció haber quedado claro que la disputa por la ley eléctrica no fue de cumplimiento estricto del Tratado que le redujo la soberanía del Estado mexicano, sino la desnacionalización de la economía y la pérdida del dominio público de los recursos energéticos.
En este contexto, se siguen acumulando evidencias de que México estaría desinflando las expectativas del Entendimiento Bicentenario que Estados Unidos estaba asumiendo como un mecanismo de control y de inmovilización de los intereses económicos y geopolíticos mexicanos. El siguiente paso estará en actitud que asuma el presidente López Obrador ante la Cumbre de las Américas de junio próximo convocada por el presidente Biden en el complicado escenario de reforzamiento geopolítico y militar de EU que está prefigurando la guerra de Ucrania y el fortalecimiento de la estrategia geopolítica de seguridad nacional del presidente Putin.
La Cumbre de las Américas estuvo precedida con el Foro por la Democracia que realizó el presidente Biden para invitar exclusivamente a aliados que cumplen con los requisitos de intereses de subordinación a la diplomacia imperial de Washington. El presidente López Obrador no participó en ese Foro y echó a andar la retórica de construcción de un nuevo bloque latinoamericano y caribeño que sustituya a la OEA como –diría Fidel Castro en 1962 cuando Washington ordenó la expulsión de Cuba de ese organismo multilateral– el “Departamento de Colonias” de la Casa Blanca. Y si bien no están dadas las condiciones ni las circunstancias para aterrizar ese paso de reorganización geopolítica y militar de los países al sur del río Bravo, de todos modos mandaron una señal de que México estaría repitiendo ante Rusia el papel digno del presidente López Mateos de negarse a obedecer la orden estadounidense de ruptura con La Habana.
De nueva cuenta se colocan las piezas para dibujar un escenario en el que México es más necesario para Estados Unidos que al revés. Y que el hilo se podría romper por lo más delgado: el embajador Ken Salazar
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