(W) Ecos Sindicales: Operación Panal
PACHUCA, Hgo., 29 de enero de 2018.- El término “draft” se utiliza en el deporte; es más popular en la NFL (futbol americano) de los Estados Unidos. El procedimiento del draft consiste en reclutar jugadores de las universidades, prepas o del extranjero, mediante un sorteo previo entre los equipos.
En México se lleva a cabo en el futbol soccer profesional, aunque también se le conoce como “futbol de estufa”; donde los equipos negocian el traslado de jugadores, mediante compra de su carta, préstamo, o intercambio de las mismas.
Con el cambio de sistema en 1996, en el que se dividió el año en dos torneos de la liga mexicana, la transferencia de jugadores de un equipo a otro aumentó excesivamente, en contraste con el número de aquellos que permanecieron en un equipo o dos forjando su legado con la afición y los colores de su equipo.
Al principio, los cambios entre América, Chivas, y Cruz Azul, se cuestionaron mucho y con justa razón, pues la afición se sentía traicionada o decepcionada por la falta de identidad con los valores y colores de sus equipos, pues en una o varias temporadas elogiaron a un jugador, a un ídolo, el cual, a la siguiente temporada ya vestía distinta camiseta.
La realidad es que el negocio y la mercadotecnia han ganado terreno a lo deportivo, no solo en México, sino en las ligas más importantes del mundo, y esas operaciones ya no son tan cuestionadas respecto a los valores e identidad de los jugadores. Ahora, la afición se está acostumbrando a los fichajes y transferencias multimillonarias porque el espectáculo les genera más expectativas que la permanencia de sus ídolos en sus equipos.
Los dueños se han encargado de proyectar más interés hacia los inversionistas y medios de comunicación, lo cual ha permeado positivamente hacia el interés de la afición que, al mismo tiempo, comprende que se trata de una profesión y que sin importar la camiseta y colores que defiendan, deben cumplir con un contrato para recibir su salario, buscando el fin último: ganar campeonatos.
En la política, el draft surgió con fuerza en la elección de 1988, cuando un grupo de priistas encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, decidieron dejar ese partido para formar una opción electoral distinta; por lo que el aludido político se registró como candidato presidencial para competir con Carlos Salinas de Gortari (PRI) y Manuel Cloutier (PAN).
Con base en esa separación, se fundó el Partido de la Revolución Democrática, integrado con ex priistas y militantes de partidos de izquierda, al cual poco a poco se fueron sumando diversos personajes, hasta llegar a su primer importante triunfo: la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal, en 1997. Al siguiente año, el PRD también ganó la gubernatura de Zacatecas, con Ricardo Monreal, a quien el PRI le negó la candidatura.
En el 2000, el PAN ganó la Presidencia de la República en coalición con el Partido Verde, compartiendo con Vicente Fox, el objetivo de sacar de los pinos a las “tepocatas”, “víboras prietas”, y “alimañas”, refiriéndose por supuesto a los priistas, con quienes el Partido “Ecologista” se alió en la siguiente elección presidencial de 2006; es decir, los cambios no solo se dan en las personas, sino en las alianzas también.
En ese proceso federal, la opción de izquierda se compuso por PRD, PT y CONVERGENCIA (hoy Movimiento Ciudadano); la del centro, por PRI y Verde; y la del gobierno en funciones, por el PAN. Con algunos cambios de bando político, como el del Partido Verde que pasó de aliarse con el PAN, al PRI; de Roberto Campa del PRI, a ser candidato presidencial por Nueva Alianza, materializando la separación de la maestra Elba Esther Gordillo del tricolor.
Asimismo, dimos cuenta de varios cambios partidistas, entre ellos, el del poblano Javier Lozano, del PRI al PAN, siendo parte del gabinete de Felipe Calderón, encabezando la Secretaría del Trabajo; el de Jorge Camacho Solís (QEPD), aquel que estuvo muy cerca de ser candidato presidencial del PRI en 1994, que desde 2006 apoyó a AMLO, y en 2012 fue electo senador por el PRD.
Hay que recordar que, derivado del resultado tan cerrado entre AMLO y Felipe Calderón, la etapa poselectoral fue complicada para nuestro país, sobre todo en la CDMX con los bloqueos de reforma y las cotidianas manifestaciones, lo cual permeó en el ánimo de la población mexicana.
Los ataques entre perredistas y panistas fueron afanosos, apasionados, y tristemente largos, tanto, que el gobierno de Calderón tuvo que ceder en varias peticiones de la izquierda, al construir la reforma constitucional en materia electoral de 2007; principalmente, en la prohibición de tiempos en radio y televisión a favor o en contra de partidos y candidaturas.
Sin salirme del tema, hice hincapié en lo ríspido que fue el ambiente político después del 2006, porque para las elecciones locales de 2010, el PAN y PRD decidieron aliarse para arrebatarle gubernaturas al PRI y, por más ilógico que pareció esa unión político-electoral, la estrategia les funcionó, pues ganaron Puebla, Sinaloa y Oaxaca; en Durango e Hidalgo dieron un buen susto al PRI.
En 2012, pese a los problemas internos en el PRD entre AMLO y los chuchos, derivados de las contiendas internas para la presidencia del CEN y la delegación Iztapalapa, lograron impulsar al tabasqueño para la Presidencia de la República, pero por segunda vez no logró el triunfo, lo que generó la separación definitiva de ambas corrientes en el partido del sol azteca; máxime, que la corriente de los chuchos decidió acompañar al gobierno federal con el “Pacto por México”.
Esta separación impulsó varios cambios en los políticos, la principal, con la solicitud de registro como partido político del Movimiento de Regeneración Nacional, la corriente encabezada por AMLO salió del PRD; o el sorpresivo regreso de Manuel Bartlett al senado, integrándose al grupo parlamentario del PT.
Después de las elecciones del 2015, se incrementaron los cambios en el draft político, principalmente la migración hacia MORENA, con independencia de los motivos, ex priistas y ex panistas se han sumado a AMLO en su nueva carrera por la presidencia.
Ya iniciado el proceso 2017-2018, se han hecho públicos varios cambios de partido de mujeres y hombres, como los de senadores y senadoras del PRD y PAN que pasaron a MORENA; o el de Javier Lozano que regresó al PRI. Muchos comentaristas políticos se han desgarrado las vestiduras por estos cambios, como si fuese algo nuevo, como si no supiéramos que esos cambios tienen como fuente principal el interés personal, derivado de conflictos internos.
La política, como cualquier profesión, se compone por personas que se preparan para mejorar su estilo de vida, cuyo trabajo es mejorar las condiciones de su municipio, entidad y país. Por ende, la reflexión semanal que les propongo es ¿qué tan perjudicial es que las y los políticos cambien de partido político? Esto, considerando que una afiliación partidista es por razón de compartir ideología y programas de acción.
Al final, el objetivo es el mismo en todos los institutos políticos: alcanzar el poder; lo que implica que, más allá de ideologías, el poder debe ejercerse con base en la honestidad, rendición de cuentas, legalidad, sensibilidad, y ética; sin esas características, cualquier documento básico partidista es bazofia y demagogia.
El viejo dicho “es de sabios cambiar de opinión”, proviene del filósofo alemán Inmanuel Kant, quien dijo: “el sabio puede cambiar de opinión; el necio, nunca”. Por eso, aquellos críticos y dramáticos que ven los cambios de partido como una traición, u oportunismo, deben tener una vida llena de decisiones perfectas.
Su servidor, francamente me quedo con la frase de Kant, pero también con la de Churchill, quien dijo: “aquellos que no cambian de parecer nunca cambian nada”; así que, en este draft político, bienaventurados aquellos que cambian para mejorar así mismos, pero dichosa la sociedad que mejora con esos cambios.
Mi cuenta de twitter: @oscarpasquel