(W) Ecos Sindicales: Operación Panal
PACHUCA, Hgo., 27 de diciembre de 2016.- Pasada la fiesta de Navidad y en vías de celebrar el cambio de año, conviene preguntarnos qué significa esta ceremonia: la Navidad es en el mundo occidental es la celebración del nacimiento del Mesías, su natividad; mas también hay que intuir otros sentidos espirituales inherentes al ser humano y la fecha, no hay que olvidar que también es el inicio del invierno, es el momento solsticial, la noche más larga del año, así el 24 de diciembre tiene curiosa simetría con el 24 de junio con su Noche de San Juan que se da luego del 21 en que llega el verano y sucede la noche más corta del año.
Para los antiguos mexicanos el 22 de diciembre era también una fecha de esperanza de bienestar y tregua, los habitantes del Anahuac celebraban el Panquetzaliztli, o levantamiento de banderas, importante para celebrar un mito creacionista relacionado con el natalicio de Huitzilopochtli y del sol. Este momento es para los países nórdicos el recuerdo del paganismo, que al ser anterior a Cristo parece arcaico, el cual adquirió sentido religioso en esos momentos en que existe la oscuridad y el miedo, hay frío y nieve, no hay mucho verdor, ni animales para cazar; pero los seres encuentran la solidaridad, saben que el miedo se contagia pero también se puede luchar en conjunto y prodigar buen ánimo, he ahí el sentido de la celebración de una noche oscura del 24 de diciembre en donde el abeto (que aquí consideramos pino navideño), es el único árbol que en medio de la nieve y el invierno, aún está verde y no ha perdido su follaje, por ende se ilumina con velas y se vuelve foco de atención y veneración, es el estandarte de lucha pro esperanza que une a la gente contra el mal, sin duda esto se vuelve parte del sistema de creencias que conocemos como cristianismo cuando los momentos y los motivos se parecen tanto a la esperanza con la llegada del Mesías.
Hace 102 años durante la llamada gran guerra, después conocida como Primera Guerra Mundial, algo sucede en Flandes el 24 de diciembre de 1914, en esa red de trincheras entre soldados escoceses y galeses que luchan por Inglaterra, franceses y del otro lado alemanes; miles de soldados estaban agazapados, el aire glacial entumecía los cuerpos, las trincheras estaban anegadas y abundaban las ratas corriendo en el fondo de la trinchera; por falta de letrinas reinaba el hedor y los hombres dormían de pie por no caer en el fango, porquería y cadáveres.
Caía la noche del 24 de diciembre, entonces acontece algo extraordinario: los soldados alemanes prendían velas en pequeños árboles de Navidad que les habían enviado al frente para alzarles la moral, luego comenzaron a cantar villancicos, primero “Noche de paz” y le siguieron otros dulces cantos germanos. Los soldados ingleses escuchaban atónitos, no les quedó otra que aplaudir, no sin cierto reparo al principio y después con entusiasmo, igualmente cantaron villancicos que enternecieron a sus “enemigos” alemanes, quienes respondieron con el mismo fervor y se comienza a tejer una insólita tregua: se habían dado cuenta de que los ahí presentes eran seres humanos.
Momentos después todos se daban la mano, compartían comida, cigarrillos y se mostraban fotos de sus respectivas familia, hubo partidos de futbol entre ambos bandos, conversaban de navidades pasadas, bromeaban acerca del absurdo de la guerra y muchos se dedicaron a sepultar a sus camaradas muertos. Se dio un clímax en donde se generaba la empatía, en donde el odio cede ante una ansiedad de fraternidad, el momento histórico desafía a las explicaciones de Hegel en donde la historia parece la patología del poder y más bien se construye de episodios humanos. La Navidad recuperó su sentido en donde cómo dice Borges, no los unía el amor sino el espanto, los hombres con su empatía natural demostraron que eran “humanos”.
Lastimosamente ese episodio no se repitió más, los siguientes años de esta guerra los comandantes tenían previsto el impedir una tregua así, les parecía absurdo que hubiese sucedido, se reforzaron los frentes y se castigó a cualquiera que cayera en la tentativa de ser empático. Nuestros tiempos actuales nos hacen pensar que una tregua así es deseable, el retornar a lo más noble en reconocernos como ser humanos, que muchos rincones del mundo requieren de la reconciliación y que nuestro México clama porque se acabe la barbarie y la más tremenda voracidad que vivimos, misma que nos carcome, desde la desconfianza en esta lucha de todos contra todos.
Una tregua que evite un aumento en el costo de los combustibles y de precios, una tregua que evite que se abuse de los recursos públicos, una tregua que mejore la calidad de la educación y que se brinden oportunidades a los que más las requieren, una tregua que evite más derramamiento de sangre, una tregua que otorgue solidaridad con los emigrantes sin importar de donde vengan, una tregua por los desaparecidos, una tregua que genere un pacto social en los nuevos gobiernos de todo el país, una tregua que frene la lucha cruenta por el poder entre partidos…. En fin, este llamado a la voluntad es elemental desde el fondo del corazón de todos nosotros, esta tregua necesariamente haría renacer nuestra esperanza de futuro.