Así no, presidenta
Hoy, algunos empiezan a caer en la tentación de la agitación extrema; quizá como distractor o como recurso estratégico de cara a las elecciones del próximo año.
Sea como sea, mal hacen algunos ideólogos de la 4T, al tratar de extrapolar el fenómeno de violencia que vive actualmente Estados Unidos, porque el racismo de aquella nación no tiene nada que ver con el clasismo que existe en México.
Aquí, es un fenómeno social, de corrupción, ausencia de autoridad. Los tres niveles de gobierno, están rebasados; una Comisión Nacional de Derechos Humanos cada vez más omisa, ausente e inútil, que sólo reacciona a las ordenes del Presidente de la República.
Pero, insisto, deben pensarlo dos veces si pretenden inventar una supuesta rebelión de lo que llaman “la ultraderecha”, porque propiciarán un baño de sangre peor que el del 68, y ese sería el colofón de lo que hasta ahora ha sido un pésimo gobierno.
No tiene absolutamente nada qué ver, no se puede pretender colocar a López Obrador como víctima de los ataques de “los conservadores”, catapultados por una prensa “golpista”. Así solamente desvirtúan su propio movimiento. Están jugando con fuego.
¿Dónde está entonces todo el apoyo popular con el que decían contar?
Y comentamos todo esto, porque hay un evidente nerviosismo por parte del régimen. Existe ya una irritación real del presidente de la República, porque nada parece salirle bien, y el manejo mediático de la pandemia ha sido, desastroso, por decir lo menos.
La prueba más patente del nerviosismo que mueve ya a la 4T, es la desaparición de los grupos parlamentarios del PRD y PES en el Senado de la República. Ahora quieren ostentar una mayoría que abiertamente viola la constitución. Rebasa el 8% legal.
Ahora sí, a diferencia de hace unas semanas, Morena podrá hacer lo que se le pegue la gana, con el apoyo de partiditos miserables y rémora, como el PT y PVEM, que sólo son bancadas utilitarias.
Hablando de golpismo, ellos ya dieron ese primer gran golpe. Pero aún así, en medio de su desesperación, algunos simpatizantes de AMLO como John Ackerman y Abraham Mendieta juguetean con el tema de la ultraderecha, en un parangón inexplicable USA-México.
De las escenas de racismo, que se viven en el vecino del norte, estos comentaristas han elucubrado sobre el clasismo y las manifestaciones movilizadas “en autos de lujo”, para bordar así sus teorías sobre el clasismo.
Polarización social es el nombre del juego, y con ello se pretende crear la división entre pobres y ricos; privilegiados y parias, en un enfrentamiento que podría incendiar a todo el país.
El régimen tiene preparada una estrategia, apalancada por células de jóvenes becarios, que actualmente estudian en alguna de las 80 universidades Benito Juárez que dicen ya haber instalado. Sólo faltan otras 20.
Nadie sabe dónde están, ni se conoce el padrón del alumnado, ni de maestros, pero desde algún lugar operan. Además, aunque usted no lo crea, ya tienen infiltrados grupos en las universidades públicas, apuntalados desde los sindicatos.
El primer punto para debilitar a las autoridades universitarias, será cuestionar los altos salarios, las prestaciones, las becas, los privilegios de una llamada “nómina dorada”. Las críticas de López Obrador a los científicos e intelectuales va por ahí.
De hecho, varios catedráticos y académicos han empezado a identificar a los grupos anarquistas que aparecieron en la CDMX y Juadalajara, como los mismos que han tomado instalaciones de la UNAM y los CCH. Es gente, a todas luces, pagada.
Parte de la asonada Lópezobradorista, va también en el recorte del 10% que pretenden aplicar a la UNAM, el POLI, la UAM y todas las universidades públicas que dependen del presupuesto federal. Esta “reserva” ya se empezó a aplicar desde el 23 de abril.
Las disputas ideológicas sobre este tema ya se empezaron a dar. Pero lo que no han visto los “ínclitos ideólogos” del régimen, es que, sea como sea, las críticas van también en el sentido del inexplicable desprecio de López Obrador a las instituciones ya establecidas.
Los mismos estudiantes y maestros no entienden el porqué, en ese decretazo del 23 de abril, las actividades de la UNAM, UAM, POLI son prescindibles, y las 100 universidades de López Obrador son consideradas “prioritarias”.
Es un rasero distinto para un mismo caso, en un esquema que traiciona toda la dialéctica de la 4T, que quiere dividir entre pobres y privilegiados, aunque los principales representantes de estos últimos forman parte del Consejo Asesor de López Obrador: Slim, Salinas, etc.
En ese juego tramposo, el propio régimen ha caído en profundas contradicciones también con sus políticas en materia social, educativa, laboral, de salud, energética, económica, porque, en los hechos, han sido más perjudiciales que benéficas.
El desempleo se ha disparado, la gente está dispuesta a contratarse por cualquier cosa y casi para cualquier cosa, en una miseria extendida que el gobierno cree que resolverá con tres proyectos que no ofrecen los empleos que se necesitan… y que tardarán años.
Hoy, nadie entiende cómo es posible que López Obrador diga que una pandemia le vino “como anillo al dedo”, y su vocero López Gatell haya pasado de un pico de entre 6 mil y 8 mil muertos, a otro de 20 mil, y luego de 30 mil, y 35 mil. ¿A qué juegan?
Ese empeño de forjar frases huecas “estamos domando la pandemia”, “vamos a aplanar la curva”, en un intento de fortalecer un liderazgo que día a día se pierde. Ya la gente empieza a ver a un Presidente confundido, cansado, avejentado.
Nadie está en contra de la lucha anticorrupción que López Obrador ha emprendido, ni podríamos cuestionar la política anti-privilegios que ha iniciado. El problema, es la forma desaseada con que lo hace. Todo recuerda al viejo régimen.
En el colmo de su desesperación, López Obrador se atrevió a decir este fin de semana, entre otras cosas que “…no hay medias tintas, no hay para dónde hacerse: o se está por la transformación, o se está en contra de la transformación del país”.
La actitud del mandatario es la de un dictador en ciernes, cuya única justificación de sus actos es: “porque lo digo yo”; y cuyas consultas son siempre juegos de manipulación. Aquel viejo presidencialismo que instauró el PRI hoy toma fuerza.
Tiene mucha razón Beatriz Paredes cuando advierte que, lo más triste, es que entre los morenistas, empieza a reflejarse la vieja escuela del PRIISMO, con mayorías aplastantes, decisiones insultantes y una DICTABLANDA que sólo silenció al país.
Hoy por hoy, López Obrador desgraciadamente no puede ocultar, ni mucho menos enterrar, al “pequeño priista que trae dentro”. Ello implicaría, en un verdadero acto democrático, dar por muertos, al menos uno de sus tres grandes proyectos… pero eso no va a pasar.
Aún así, no se equivoque señor presidente… Y NO AMENACE.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.