Ráfagas: Voracidad panalista
Este lunes, el presidente inaugura una de sus primeras obras públicas de relevancia. El debate está en puerta. En eso es igual que siempre, pero ahora peor: no solo son los costos más elevados respecto a lo proyectado, sino la funcionalidad misma del aeropuerto. No es un tema de los militares que la construyeron, sino de los ingenieros y de los financieros. Se hizo lo que se pudo y muy poco a partir de las necesidades que tiene el país de contar con un hub aeroportuario.
Es un aeropuerto pequeño a pesar de la grandilocuencia del gobierno y del presidente. Más aún, la inauguración se ofrece cuando no están concluidas las obras para acceder a un aeropuerto que requiere de vías de acceso en una zona metropolitana con severos problemas de movilidad. Todo ello significa que el decadente aeropuerto Benito Juárez seguirá siendo el preferente.
La cancelación del aeropuerto de Texcoco fue el primer error del gobierno. Los comentarios lo refieren como el principio de la ruptura con los empresarios. No es tal, ni hubo ruptura y los empresarios se conformaron, incluso hasta los que fueron afectados por la cancelación. Hubo acuerdo y los cuantiosos recursos futuros por la Tarifa de Uso Aeroportuario serían utilizados no para dar mantenimiento al aeropuerto que se utiliza, sino para indemnizar a las empresas acusadas por el mismo presidente como partícipes de un proyecto pleno de corrupción.
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