Ráfagas: Voracidad panalista
La cifra duele e indigna: el 55 por ciento de los mexicanos no tienen suficientes ingresos para comprar una canasta alimentaria, dice Coneval. Lo que ganan no les alcanza para alimentarse todos los días.
Eso es una herencia de «los neoliberales», responderán algunos, en automático.
Falso. El descalabro alimentario, la miseria, es obra de los que llegaron al poder con la careta de redentores de los pobres.
No tienen idea de gobernar.
Y quienes mayoritariamente votaron por ellos con la legítima esperanza de mejorar su situación, hoy pagan con hambre haber caído en el engaño de los ineptos.
Hace un año la pobreza alimentaria golpeaba al 35.7 por ciento de la población, lo que era muchísimo, y evidente caldo de cultivo para votar en contra de las políticas económicas del «antiguo régimen».
Para ellos el ingreso mensual no era suficiente para comprar una canasta alimentaria, de mil 649 pesos en la ciudad y mil 179 pesos en el campo.
Llegaron al poder los que iban a mejorar al pueblo porque pondrían, por encima de todo, primero a los pobres, y la pobreza alimentaria se incrementó del 35.7 al 54.9 por ciento de la población.
En unos cuantos meses, casi el 20 por ciento de los mexicanos se incorporó al grupo de población que no puede acceder a una dieta mínima.
Antes -hace apenas un año- comían diario, ahora no.
Bueno, fue porque padecemos los efectos de una pandemia global, dirán los defensores de oficio del gobierno.
En parte sí. Pero el efecto devastador es consecuencia de la ideología contraria a la libre empresa que nos gobierna. De la nula estrategia económica de las autoridades, por la aversión a la iniciativa privada que los distingue. Y por cinco errores garrafales que nos están costando, cuando menos, 60 mil millones de dólares.
Frente al cierre temporal de actividades y caída del consumo por el Covid, el gobierno rehusó apoyar a un millón 700 mil empresas. Ni un peso a «los ricos».
¿Resultado? Mataron a medio millón de empresas y cientos de miles más se debaten entre la vida y el cierre.
Doce millones de personas dejaron de percibir ingresos porque no pueden trabajar.
Cincuenta y cinco por ciento de los mexicanos no puede comprar, con sus ingresos, una canasta alimentaria al mes. Ahora ganan menos de mil 649 pesos mensuales.
La ineptitud es la madre de esta desgracia.
A Pemex le han metido dinero a raudales, más allá de lo presupuestado.
¿Resultados? Ayer se dio a conocer que Pemex ha perdido en el primer semestre de este año la cantidad de 606 mil 587 millones de pesos.
Fue excepcional por la baja en la demanda, dirán en el gobierno.
No fue una excepción. Pemex registra siete trimestres seguidos con pérdidas.
Hacia allá se va el dinero que se recauda y se recorta a otras dependencias. A la obsesión por el estatismo energético.
Por facilidades fiscales, Pemex ha dejado de pagarle al erario, este año, 79 mil millones de pesos.
¿Facilidades fiscales a las empresas que crean riqueza y generan empleos? Cero. «Si van a quebrar, que quiebren».
Y sí, en efecto, quiebran, cierran o recortan sueldos. Sucede, entonces, lo que nunca habíamos visto: 55 por ciento de mexicanos no tienen ingresos para comer lo básico.
Los cinco errores garrafales, que son del gobierno y nada tiene que ver el Covid, están descrito en un cuadro reproducido en redes sociales y que es básicamente acertado, aunque se queda corto.
Cancelar la planta cervecera de Mexicali implicó la pérdida de 869 millones de dólares invertidos por particulares.
Se perdió también la confianza en el gobierno, que impidió la entrada en operación de la fábrica a través de una «consulta popular» ilegal, hecha por la secretaría de Gobernación, no obstante que tenía todos los permisos en orden.
Cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México le costó al país cinco mil 652 millones de dólares. Aún no se pagan cuatro mil 200 millones de dólares a extranjeros tenedores de bonos de largo plazo.
En este rubro no se incluye lo que se va a gastar en Santa Lucía, y que ya se había gastado en Texcoco.
La refinería de Dos Bocas, en Tabasco, nos va a costar ocho mil millones de dólares, según las cuentas alegres de la secretaría de Energía.
Va a costar cuando menos doce mil millones de dólares, según todos los expertos que han opinado sobre el tema. Y es financieramente inviable. Vamos a perder dinero una vez que empiece a funcionar.
El Tren Maya nos va a costar seis mil 043 millones de dólares y no lo quiere nadie. Ninguna empresa quiso la concesión. Ni regalada. Un fracaso más que anunciado.
A lo anterior hay que sumar decenas de miles de millones de dólares invertidos en Pemex, tirados a la basura, sólo porque quieren impedir la participación del sector privado en el sector.
Los resultados están a la vista.
Son ineptos y llevan a millones de mexicanos a padecer hambre. No la conocían. Ahora sí.
Los programas sociales no alcanzan, sobre todo si están mal planeados, como el de jóvenes.
Lo único que permite hacer frente a la carencia de ingresos -de comida en este caso-, es el crecimiento económico y la mejoría en la educación.
Ambas palancas fueron destruidas por el actual gobierno.
Con el hambre vendrá la violencia y la anulación del Estado de derecho.
¿Producto del coronavirus? No, de la ineptitud que nos gobierna.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.