Ráfagas: Tatiana Ángeles, cuentas pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de enero de 2016.- A estas alturas todos andan desatados en campaña menos algún posible candidato presidencial del PRI.
“Todos quietos”, “engarrótense ahí”, “el que se mueve no sale en la foto”. “Falta mucho”.
Sí, cómo no. Van directo al precipicio electoral.
La estrategia de no tener estrategia para la elección del próximo año los conduce a la derrota.
Además de los múltiples problemas en economía, hartazgo, impunidad de malos gobernadores y funcionarios, el PRI sigue la vieja práctica del “nadie se mueva”.
Margarita, López Obrador, Anaya, Mancera, Moreno Valle, todos están en campaña, menos alguien del PRI.
Los tiempos electorales ciertamente existen, pero los hechos nos dicen que la carrera empezó desde hace rato.
Para enfrentar esta nueva realidad, el PRI quiere resolver sus asuntos a la antigüita.
El problema para el partido gobernante es precisamente ése: no tiene a un candidato perfilado como lo fue Peña Nieto en el sexenio anterior.
Carece de un gobernador exitoso al estilo Peña Nieto en el Estado de México hace seis años. Nadie brilla. Nadie despierta simpatías ni esperanza.
Y si Peña Nieto pudo ponerse al frente de las preferencias ciudadanas, fue por su buen gobierno en el Estado de México y porque se proyectó nacionalmente al impulsar todas las campañas del PRI en las entidades donde había elecciones.
¿Ahora? ¿A ver? No hay nadie que lo haga a pesar de estar en una situación de emergencia, urgido ese partido de una figura que proyecte algo.
López Obrador va en punta porque (entre otras razones) arrancó antes que nadie y lleva todo este siglo en campaña por la Presidencia.
Y si en el gobierno piensan que con una campaña de tres meses de spots lo van a parar, juegan con fuego y se van a quemar.
Entre las bases priistas lo que hay es desaliento, pues no se ve quién los pueda representar.
Y también hay desaliento por la mala imagen del gobierno, que está mal evaluado por la mayoría de la población.
Hay desaliento porque no se ve cómo vaya a repuntar la economía, pues se han alineado todos los factores para que la situación se complique en lugar de mejorar.
Ante ese panorama decir “nadie se mueva”, es equivocarse y en consecuencia rendir la plaza.
El PRI no tiene a un Peña Nieto como posible candidato, que en su momento resultó formidable.
Tampoco hay un ambiente mínimamente favorable para que el PRI pueda repetir en Los Pinos por otros seis años.
Y con un panorama así de novedoso y adverso, optan por las viejas rutinas de “agáchense todos”.
Haber renunciado a la popularidad desde el inicio del sexenio llevó a este gobierno a niveles bajísimos de aceptación ciudadana, lo que le complica la realización de su tarea y abona en el rechazo a su partido.
Dejar que corran otros precandidatos sin oponer resistencia alguna, ni impulsar figuras para que se suban a la tribuna, es hacer las cosas a la “antigüita”.
Y eso es empedrar el camino para una derrota estrepitosa del PRI el próximo año.