Subestimando a la presidenta
La estrategia de vacunación es magnífica noticia… a medias.
Si hemos navegado casi un año a la deriva, entre miedo y pánico, aún tardaremos otros 15 meses para sentirnos a salvo del peligro y abrigar una esperanza realista, aunque la pandemia, contagiosa y letal, esté lejos de terminar.
En este momento debe prevalecer la cautela ante un optimismo desbordado. Faltan por definirse complicados detalles técnicos, como distribución, almacenamiento, aplicación, censo y seguimiento de pacientes. Lo operativo será esencial para vacunar al 75 por ciento de los mexicanos. Fallar traería consecuencias indeseables.
Si la pandemia ha sacado a la superficie lo mejor, también ha sacado lo peor. Actos admirables de heroísmo y generosidad con frecuencia quedan opacados por actos de negligencia, egoísmo, mezquindad e irresponsabilidad.
Añada a este rompecabezas ignorancia y miedo. Millones temen vacunarse hasta estar seguros de que no padecerán reacciones adversas, por ejemplo.
Para que funciones el programa de inmunización, además de la estrategia médica, urgen campañas informativas, concisas, precisas y macizas, dirigidas a aquellos quienes suelen dejarse vencer por la suspicacia, el temor o la superstición y pueden ser obstáculo para retrasar los efectos de la inmunización colectiva.
El esfuerzo de comunicación también habrá de desalentar el ímpetu de los más fiesteros; jóvenes entre 16 y 40 años, que van a la “cola” del calendario de vacunación y representan el 38 por ciento de la población y la mitad de la fuerza productiva. Esos jóvenes son tan vulnerables como los demás que serán vacunados primero, aunque la autoridad sanitaria, por necesidad, lo vea de otra manera.
La vacunación exitosa es un el desafío mayúsculo.