Subestimando a la presidenta
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de septiembre de 2018.- Hay algo muy cierto. Después de poco más de dos años estudiando, conociendo, aprendiendo, analizando e intentando sacar conclusiones sobre tan singular e inédito personaje, lo único seguro en torno al comportamiento y reacciones de Donald Trump es que nada es seguro y las predicciones suelen resultar fallidas.
Desde que arrancó su candidatura por la presidencia, casi nada en su proceder y metas pudo ser adivinado. De hecho sus posibilidades de llegar a la presidencia eran motivo de bromas e incluso de bullying político y casi nadie le daba posibilidades reales, me incluyo entre ellos. Llegó y con ello mostró que estaba para lograr cosas que no se veían posibles, demostrándolo también al cumplir con varias de sus promesas de campaña, tanto positivas como negativas.
Sin embargo no todos sus movimientos fueron cuidadosos e inteligentes, Trump acciona de formas imprevisibles y ese comportamiento caprichoso y profundamente ególatra y sujeto a su estado de ánimo le hizo comenzar a pagar facturas por sus acciones, que como potentado no solían preocuparle o si acaso siendo algo a solucionarse con dinero, pero que ahora con su investidura presidencial, no ha podido mantener ocultas y alejadas de los reflectores. Hemos comentado ya cuales son las acciones que lo tienen en problemas, máxime ahora que su ex abogado decidió abrir la boca con tal de lograr un acuerdo favorecedor para si ante la fiscalía por un proceso de evasión fiscal que se le sigue.
Todo esto comienza a abrir las puertas a un proceso legal conocido como “impeachment” que bien puede durar meses y que consiste en un juicio político o proceso por el que un alto cargo público puede ser destituido, según consta en la Constitución de los Estados Unidos. El Artículo Primero de la Carta Magna garantiza esta posibilidad y establece cuáles son los pasos que deben seguirse.
Para que lograr que este proceso pueda iniciar, es necesario que la mayoría de los miembros (238 de los 435) de la Cámara de Representantes estadounidense apruebe el juicio, que se celebra en el Senado y que dirige el Presidente de la Corte Suprema, cargo que actualmente ostenta John Glover Roberts Jr. Una vez que se ha celebrado el juicio, es el Senado el que tiene la última palabra: una mayoría de dos tercios decide si el acusado tiene que abandonar el cargo o, por el contrario, merece ser absuelto.
A medida que se filtran nuevos datos sobre la relación de Trump y su equipo de campaña con Rusia, considerada un poder hostil por Estados Unidos, son más las voces que claman por que Trump sea sometido a este procedimiento. Ejemplo de ello es el congresista demócrata Al Green, que el pasado miércoles expresó su deseo de forma abierta: “Me levanto hoy para pedir el «impeachment» del presidente de los Estados Unidos de América por obstrucción de justicia”.
La Constitución establece que pueden ser sometidos a “impeachment”, los políticos que estén acusados y condenados por traición, soborno u otros delitos graves. La sombra de la sospecha se cierne sobre Trump —y sus relaciones con el régimen de Putin— desde que estaba inmerso en su campaña electoral. Sin embargo, los últimos acontecimientos han hecho que se multipliquen unas acusaciones cada vez más contundentes y que apuntan a un conflicto de intereses, por lo que la posibilidad de su sustitución, tal como hemos comentado a lo largo del último año, se acrecientan cada vez más, sin que ello represente siquiera cercanamente un intento de predicción (por aquello de que se pueda cebar), pero si un fuerte deseo de millones de personas en todo el orbe.