Ráfagas: Tatiana Ángeles, cuentas pendientes
PACHUCA, Hgo., 17 de octubre de 2016.- Todos hemos escuchado al menos una vez que el consumo de refrescos es dañino para la salud, por lo que desafortunadamente no resulta novedoso ni muy llamativo el mencionarlo, sin embargo hay datos verdaderamente horrorizantes que sí deberían hacernos recapacitar en relación a los problemas de salud pública que el consumo de este “delicioso” veneno produce. Solo por mencionar algunas cifras, 1.5 millones de personas en el mundo, mueren anualmente por diabetes; En México 90,000 muertes se registraron durante 2014 por padecimientos como la diabetes; En el mundo, 41 millones de niños menores de 5 años de edad con obesidad se han detectado en los últimos 15 años, y el costo al que ascenderá atender enfermedades relacionadas con la obesidad, será de 150,000 millones de pesos, según un estudio de la Secretaría de Salud.
El consumo de bebidas gaseosas en el mundo es muy alto, sobre todo por las impresionantes campañas publicitarias que se realizan, así como por el uso de sustancias químicas como la cafeína, saborizantes y edulcorantes artificiales y varias más que se adicionan a enormes cantidades de azúcar, con la inescrupulosa intención de enganchan al consumidor .
A este tipo de empresas, muy poco o nada les interesa la afectación que sus productos generan a la salud de quienes los consumen y mañosamente rehúye informar al respecto la industria alimentaria. Aunado a esto, tampoco los responsables gubernamentales de la salud alertan con honestidad y veracidad de los graves perjuicios que tiene el consumo de este tipo de bebidas carbonatadas. ¿Por qué? Sencillo, la industria refresquera y de golosinas, principalmente las transnacionales, han maiceado tradicionalmente a legisladores, miembros del ejecutivo, y cuanto funcionario sea necesario con tal de poder continuar con el gran negocio de sus adictivos productos.
“Somos lamentablemente una sociedad que padece de sobrepeso, de pocos hábitos para mantenernos sanos y sobre todo en enfermedades que son prevenibles y que mucho podemos hacer”. Esas fueron las palabras del presidente Peña Nieto hace casi 3 años, el 31 de octubre de 2013, cuando presentó la Estrategia Nacional para la Prevención y Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes, misma que anunció, se desarrollaría en tres ejes: Salud Pública, Atención Médica y Regulación Sanitaria y Política Fiscal.
Sin embargo, y fiel a la tradicional incongruencia gubernamental, Ildefonso Guajardo Villareal, Secretario de Economía, prácticamente al mismo tiempo, a nombre del mismo gobierno de la República, defendía en secreto ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), a la industria refresquera y de alimentos procesados, esa misma industria que sin escrúpulos diariamente se llena los bolsillos vendiéndole a la población todo tipo de productos chatarra.
Evidentemente las personas que consumen esos productos, son corresponsables de este desafortunado ciclo perverso, sin embargo no puede dejar de ponerse en perspectiva el hecho de que a menor grado educacional,-como lo es el grueso de la población-, es mayor el consumo de estos productos, de que la mercadotecnia que los rodea, suele ser perversamente seductora, y a mucha de esta gente, pareciera no importarle su salud ni la de los suyos, puesto que cuando se les hace ver esta situación, parecieran incomodos y molestos ante el hecho de tener que enfrentar una verdad que puede efectuar su zona de confort y su comodino estilo de vida.
Casi todos los edulcorantes que se consumen en el mercado son de síntesis química y está demostrado su efecto tóxico. La sacarina, el ciclamato y el aspartame son tan perjudiciales para la salud como los azucares refinados y a veces incluso más nocivos; Además, el resto de sus componentes producen caries, osteoporosis, diabetes, obesidad, enfermedades cardiacas, enfermedades renales y eso sin entrar en los aspectos psíquicos de la cafeína y otros aditivos.
Ecuador ha dado el ejemplo de cómo el gobierno de ese país se preocupa por su población y permite al consumidor tomar decisiones informadas con respecto a lo que compra e ingiere al haber obligado por Ley a las empresas refresqueras a implementar un etiquetado conciso que alerta claramente cuando un producto tiene excedentes de azúcares. En cambio el etiquetado mexicano, es confuso y favorece solo el negocio de la industria, de acuerdo con organizaciones civiles especializadas en salud, tanto mexicanas como de otros países.
Increíblemente la Subsecretaría de Comercio Exterior, dependiente de la Secretaría de Economía, por medio de su Unidad de Negociaciones Internacionales, presentó en esas fechas, argumentos contra el etiquetado establecido por Ecuador para los productos más dañinos, como refrescos y panecillos altamente procesados y endulzados, con la evidente intención de que el etiquetado de Ecuador no se asuma en más países, lo cual es apuñalar a su propia población obedeciendo solo a los intereses de unos cuantos, como muy comúnmente sucede en este vapuleado país.