No alcanza
PACHUCA, Hgo., 26 de septiembre de 2016.- El odio es un sentimiento procedente de la elaboración a través del pensamiento de la emoción que conocemos como ira. Ese pensamiento surge de distintos factores que estimulan la mente de los individuos, y que a su vez es procesado de distinta manera, dependiendo de la programación -educación- de esa persona. En síntesis, cada individuo procesará la información que nutre su percepción y la transformará en experiencia, conocimiento e incluso sentimientos y/o reacciones.
Sin pretender elaborar una explicación científica, entender el odio y su origen, resulta de vital importancia cuando buscamos darle explicación a las oscuras estrategias que a lo largo de la historia han sido utilizadas para lograr el control social con fines políticos y económicos.
Desde el nazismo haciendo odiar a distintos grupos, las iglesias como actualmente observamos, promoviendo el odio contra lo que ellos ordenan sea incorrecto, hasta diversos países europeos en contra de los refugiados, principalmente africanos por causas que ellos mismos han provocado con un histórico saqueo humano y material, por citar solo algunos casos.
En todo ello hay un común denominador, la ignorancia. Esa ignorancia ha si administrada y manipulada por distintos grupos dominantes a lo largo de la historia y una de sus herramientas es el racismo, mal que aqueja al mundo proporcionalmente en función de su desarrollo cultural.
Nuestro país, es claro ejemplo de ello. El escritor mexicano Héctor Toledano ejemplifica claramente este producto al explicar que México es un país marcado por la diferenciación racial, lo cual salta a la vista de manera inmediata: la inmensa mayoría de los pobres son morenos, la inmensa mayoría de los ricos son blancos (o procuran parecerlo); la inmensa mayoría de los que sirven son morenos, la inmensa mayoría de los que son servidos por ellos son blancos (o procuran parecerlo); la inmensa mayoría de los obreros, campesinos y trabajadores no calificados son morenos, la inmensa mayoría de los empresarios, directivos y funcionarios de alto nivel son blancos (o procuran parecerlo); casi todas las personas que aparecen en nuestras revistas o pantallas de televisión, excepto cuando se trata de pedir limosna o de denunciar la barbarie, son hiperblancos (o procuran parecerlo). Donde pongamos los ojos habremos de constatar, con contadas excepciones, que la riqueza, el privilegio y el prestigio se reparten con inflexible uniformidad a lo largo de un continuo que corre de lo esencialmente indígena a lo idealizadamente europeo.
Y por si esto fuera poco, nuestro vecino del norte, en un mosaico de claroscuros, va desde notables y nobles esfuerzos por combatir este mal, hasta los ejemplos más patéticos de inentendible discriminación siendo una nació multicultural. Precisamente en este momento, cuando en los E.U.A. se gesta una edición más, por parte de un hábil e inescrupuloso personaje con aspiraciones presidenciales que manipula peligrosamente amplios sectores de la población menos favorecida respecto de su nivel intelectual y que es fácilmente azuzable, se llega incluso a niveles tan peligrosos que sin duda se convierten en potenciales terroristas, y no creo estar exagerando; De hecho y como anteriormente he comentado, aún en el probable escenario de la derrota de este individuo, es preocupante el nivel de odio traducido a racismo y discriminación en general, que se ha creado y sembrado en ese país, hecho que augura un futuro complicado y conflictivo debido a que quienes apoyan esta “ideología” basada en insultar a mexicanos e islámicos, se han envalentonado y en su locura pueden dejar un rastro de humillación y dolor para muchas personas que solo buscan colaborar con la industria estadounidense y poder darle un futuro a sus familias.
En internet circula un video donde en entrevista la destacada educadora y activista antirracista Jane Elliott, menciona que los seres humanos odiamos porque nos enseñan a odiar, por ser ignorantes y por ser también el producto de otras personas ignorantes a quienes les fue enseñado que existes 4 o 5 razas distintas, lo cual es un error porque todos pertenecemos a una sola raza, la raza humana, pero se nos ha educado de manera que creemos que hay diversas razas y que hay superioridad por parte de algunas de ellas, esto con intenciones no muy nobles y con la idea de que ese sistema funcionaria, pero claramente hemos visto que no ha sido así; No nacemos con un gen de la intolerancia, que de hecho no existe, simplemente eso hemos aprendido, pero también somos capaces de “desaprender” esa intolerancia. Concluye la brillante activista citando que la pigmentación de la piel no da más ni menos capacidad ni debe haber diferencia entre si eres más o menos humano solo por el color.