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PACHUCA, Hgo., 23 de junio de 2015.- Hace más de cuatro años, un grupo de campesinos de la comunidad Santa Ana Hueytlalpan, la única localidad indígena del municipio de Tulancingo, buscaban con urgencia agua para el riego de sus cultivos, y encontraron un pozo de aguas termales, el cual dio forma a uno de los proyectos ecoturísticos más exitosos de Hidalgo.
Con sus 50 mil visitas anuales, el desarrollo ecoturístico de aguas termales Santa Ana Hueytlalpan, impulsado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y operado por al menos 43 campesinos como principales socios, es hoy uno de los sitios más atractivos del Valle de Tulancingo, y se encuentra a sólo 45 minutos de la ciudad de Pachuca.
David González Luna, responsable del área de turismo alternativo de la CDI, recuerda lo complicado que fue hacer realidad éste proyecto ecoturístico, debido a la desconfianza de la gente, que no creía en las instituciones, ni en políticos, “se negaban a entrarle al proyecto, porque su actividad era la agricultura”.
“De los 43 socios que actualmente conforman la sociedad, la mayoría no estaba de acuerdo en que se hiciera un desarrollo turístico, porque su trabajo y la experiencia era el campo, basta decir que el 90 por ciento de las hortalizas que se venden en Tulancingo se producen en Santa Ana Hueytlalpan”, detalla el funcionario.
Así, tras buscar una fuente de agua para regar sus cultivos, los campesinos se desilusionaron al excavar en un pozo de agua termal, donde el vital líquido brota a una temperatura de 30 a 35 grados centígrados, inservible para regar la siembra.
Sin embargo, en 2010 personal de la CDI realizó un recorrido por el lugar, y se planteó a los agricultores organizarse para construir unas albercas y aprovechar el agua.
“Los campesinos estaban escépticos, quizá porque alguna institución les hizo alguna mala jugada, pero no creían (en el proyecto) hasta que vieron el recurso en sus manos”, redondea González Luna, quien añade que el grupo de socios de Santa Ana Hueytlalpan ya obtuvieron los tres financiamientos como máximo que la CDI otorga a desarrollos turísticos de esta magnitud, y aunque aún falta mucho por hacer, en los 4 años han avanzado mucho, ahora cuentan con albercas, cabañas, zona de acampar, un sauna, y un restaurante.
En Hidalgo –explica González- existen más de 47 proyectos de éste tipo en las tres regiones indígenas, (la huasteca, sierra, y el Valle del Mezquital), el 90 por ciento están funcionando bien, y sólo el 10 por ciento restante no ha alcanzado el 100 por ciento de su operación “por razones que salen de nuestro alcance, pero están trabajando”.
El proyecto de aguas termales de Santa Ana Hueytlalpan asentado sobre una superficie de 30 mil metros cuadrados, a 60 kilómetros de la ciudad de Pachuca, es único en su tipo, y su crecimiento está proyectado a 10 años.
“A partir de ahora es responsabilidad de los socios hacerlo crecer, la CDI ya entregó los tres apoyos económicos que establecen sus normas de operación, sin embargo estamos dando seguimiento para buscar otro tipo de financiamientos, y como éste, hay otros proyectos que iniciamos en Hidalgo y que se encuentran en etapa de consolidación”, añade González Luna.
Actualmente la CDI tiene en puerta cinco nuevos proyectos ecoturísticos que fueron aprobados en 2014, y cuyo plan de negocios está por ejecutarse.
“Empezamos con una alberquita”
Armando Ramírez Flores, integrante del Consejo de Administración rememora que en sus inicios, el centro ecoturístico de Santa Ana Hueytlalpan, solo tenía una alberca, y era un problema, porque alrededor todo era tierra, cuando la gente se salía de la alberca se hacía un lodazal.
“Ahora vamos a cumplir 4 años y han ido creciendo las instalaciones, en todo el estado no hay un servicio como éste y a un precio muy accesible”, señala.
A decir de Ramírez Flores, convencer a sus compañeros de crear una sociedad e impulsar éste proyecto no fue nada fácil, “el 90 por ciento de los habitantes se dedica a la producción de hortalizas, verduras, maíz y forrajes, nadie creía en un centro de esta naturaleza, estábamos cazados sólo con la idea de la agricultura y la ganadería, no teníamos esa visión, pero ahora ya sabemos lo que es la administración, la atención al cliente y cómo funciona una empresa”.
Natalia Fernández, también socia del novedoso complejo, destaca las bondades de éste balneario, el cual –afirma- no sólo es un atractivo turístico, sino que sus aguas son curativas.
“Aquí vienen muchas personas con alguna discapacidad o malestar, vienen a sus terapias, incluso vemos que algunas han podido sanar”.
La siguiente etapa es la construcción de otras 10 cabañas, una alberca con olas y un tobogán.
“Este proyecto ha favorecido la derrama económica de la comunidad y de los negocios aledaños, es un proyecto ambicioso que lo vamos a ver reflejado en 10 años, quizá nosotros no lo disfrutemos, pero nuestros hijos sí”, puntualiza.
Cecilia Pérez Piña, presidenta del Consejo de Administración, sostiene que antes de ser empresarios, los 43 socios nos dedicábamos a la agricultura, al sembradío de maíz, tomate, haba, verdura.
“Es un sueño, y le vamos a echar ganas para que nuestros hijos ya no emigren a los Estados Unidos, porque pueden tener un empleo aquí”.
“Qué bueno que haya alguien que voltee y nos mire, tenemos ese apetito de superarnos, de ser alguien, y competir con los balnearios que son superiores, ahorita nos sentimos pequeños, pero estamos bien orgullosos de ser de aquí de una comunidad indígena”, dice Cecilia Pérez, enfundada en una hermosa y colorida vestimenta típica del pueblo otomí.
“Necesitamos que nos sigan apoyando, no sólo para favorecernos como socios, si no para emplear a más gente, porque aquí podemos generar fuentes de empleo, sin que haya necesidad de ir a los Estados Unidos”, insiste.
Pese a convertir su sueño en realidad y debutar en la actividad empresarial, los 43 socios no han dejado del todo la agricultura, “el agua de las albercas la reutilizamos y se envía a un depósito ubicado a 250 meros del complejo turístico, después se aprovecha para el riego agrícola”, agrega otro de los socios.
“Fuimos a los balnearios de Ixmiquilpan, ellos algún día no tenían nada, estaban igual que nosotros.”