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PACHUCA, Hgo., 5 de Julio del 2020.- Muy temprano, Dulce se levanta para prepararse de una manera muy distinta a como lo imaginó meses atrás para su ceremonia de graduación. Se ha vestido formal para una ceremonia virtual en la que pasará lista por última vez desde la sala de su casa.
La realidad es que pertenece a un grupo privilegiado, aquel que sí podrá invitar a sus familiares a seguir una sesión vía una plataforma digital a su simbólica entrega de certificados de preparatoria.
Ha pasado su cumpleaños 18 en pandemia, en una fiesta sin amigos, y termina ya su educación preparatoria en un colegio particular.
Lo que debiera ser una celebración por todo lo alto se reduce a menos de un par de horas frente a un monitor en el que sus autoridades escolares dirigieron un mensaje y reconocieron en ella y sus compañeros a una generación especial, un grupo de personas que debieron renunciar por la emergencia al contacto social que forja, en esta importante etapa de su vida, su identidad.
Es su generación la de los alumnos que debieron aprender a ser autodidactas, a estudiar en casa y, también, desde allí, recibir incluso apoyo del área de psicología de su escuela que en sesiones privadas y grupales atendió la gestión de emociones para los adolescentes que pasaron la mitad de su semestre en confinamiento.
Sin embargo, tuvo clases en línea, total acceso a sus horarios de instrucción educativa, textos de apoyo, posibilidad de comunicación con sus maestros e incluso con sus compañeros por medio de video llamadas.
Apenas un grupo de cerca de 30 alumnos formó parte de su generación, la 2017-2020, post sismo y pre pandemia. Aún participó, durante su primer semestre, en las brigadas de apoyo a los damnificados de septiembre de 2017 organizadas como parte de la educación en valores que incluye su colegiatura que no dejó de ser pagada mes tras mes.
Suspendida la fiesta en grande por su mayoría de edad y cancelada la ceremonia que se imaginaba llena de abrazos, llanto de alegría y fotografías, flores, cena y baile, se dice triste por no poderse “despedir” de sus amigos y disfrutar de las últimas convivencias con ellos mientras que sus tutores llegaron a acuerdos con el colegio por los costes pagados previamente por concepto de fotografía, fiesta de graduación, viaje de fin de curso y eventos cancelados en un cierre de negocios extraño, pero sin contratiempos, un acuerdo bien respaldado para evitar reclamaciones posteriores, pérdida de credibilidad o de prestigio para el colegio.
Dulce, sin embargo, se siente feliz también. “Sé que no todos tienen oportunidad de tener lo que yo, sé que, por ejemplo, quienes estudiaron en escuelas públicas muchas veces no tuvieron clases, que algunos perderán el semestre o lo pasarán sin aprender lo indispensable”.
En efecto, el caso es distinto para los estudiantes de preparatorias y bachilleratos públicos.
Yolanda estudia en una preparatoria dependiente de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y, a diferencia de Dulce, prefiere utilizar un nombre distinto al verdadero para evitar padecer consecuencias, pero señala que su ciclo escolar ha sido muy distinto.
No tiene internet en casa, por lo que ha tenido que salir varias veces del confinamiento para reservar horas en un café cercano en su colonia y acceder a los trabajos ordenados por profesores.
Durante los tres años de su instrucción, no hubo semestre en que no se quedara sin profesor para algunas de sus materias, por lo que, expuso, no tiene conocimientos sobre, por ejemplo, geometría, trigonometría o etimologías. En el caso de esta última, debió impartirla la diputada local Roxana Montealegre Salvador, integrante del llamado Grupo Universidad, quien se presentó sólo un par de veces en el aula para proporcionarles lecturas y recomendarles una película.
La falta de profesores previo a la pandemia y un último semestre cursado en línea la han dejado atrás en las prácticas que realiza para presentar próximamente un examen de ingreso a licenciatura en el cual sus créditos apenas alcanzan para aprobar el examen, por lo que ha tenido que solicitar asesorías privadas para adquirir los conocimientos que no pudo obtener en la escuela.
De la “salida virtual”, ni hablar, dice, pues no le devolverán los anticipos dados para la fotografía grupal que entregó ante la promesa de realizar la toma una vez pasadas las restricciones a un contacto que sólo conoce a través del teléfono.
Sin embargo, duda si será posible reunir a sus más de 30 compañeros en un día único para la toma fotográfica, que también será distinta, no sabe si habrá cubrebocas o sana distancia o abrazos de cariño por volverse a ver.
Algunos de sus amigos reservaron espacios para la cena-baile de graduación y aún están a la espera de que se les notifique de qué manera recuperarán su dinero o, en todo caso, su fiesta, que también sería distinta a como la imaginaron debido a las restricciones para evitar contagios.
Otros compañeros, dice, supe que es posible que no aprueben el semestre, pues ya llevaban “arrastrando” materias que, si no comprendían de manera presencial, poco pudieron hacer desde casa y sin más apoyo que el de compañeros más avanzados que se prestaron a explicarles lo que los profesores no pudieron, ello sin contar a los foráneos, algunos de comunidades a las que apenas llega la señal de celular.
Las historias para secundarias públicas son aún más complicadas, alumnos que no cuentan con los medios para tomar clases en línea, menos autonomía por parte de quienes, más cercanos a la infancia, apenas entienden más que sus padres la manera de estudiar desde casa, actividad que se convirtió en un maratón de entrega de trabajos que servirían como evidencia para que los profesores presentaran sus proyectos finales y la disposición de no reprobar alumnos.
“Asistieron” a la escuela en casa con dificultades de conexión, quienes contaban con ella, con medios limitados a equipos de cómputo o de telefonía obsoletos que regularmente servían sólo para la redacción de trabajos y mínimamente para la investigación en línea para tareas.
Recibieron instrucción de profesores neófitos también en el uso de las tecnologías de la información que aún ahora batallan con la publicación y entrega de resultados de final de curso que trabajaron, como sus alumnos, fuera de horarios y hasta en fines de semana en una inequidad que evidencia que la educación de calidad está reservada para quienes cuentan con medios económicos para optar por escuelas privadas, algunas de las cuales hoy, en temporada de inscripciones para los próximos ciclos, ofertan un servicio tentador, deseable, pero inalcanzable para la mayoría, impartido por profesores que ganan menos que los integrados al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) o al Sindicato de Personal Académico de la UAEH (SPAUAEH), con menos garantías laborales, con más exigencias de preparación y con el puesto siempre en un hilo si no se presentan resultados positivos.
Finaliza el año escolar para la Clase 2020 de adolescentes egresados de secundaria y preparatoria listos para presentar exámenes de ingreso a la educación media superior y superior, pero con pocas garantías de cubrir el mínimo de conocimientos necesarios para aprobar y lograr un lugar en su siguiente nivel de estudios que, además, no tiene fecha, lugar ni condición de inicio.