Enfermera del IMSS Metepec destaca por vocación y entrega a su labor
PACHUCA, Hgo., 28 de mayo del 2020.-La imagen es tan fúnebre como realista, retrata la tétrica situación que se vive a diario en los hospitales de todo el país. Cadáveres embutidos en bolsas, tendidos sobre camillas, abandonados en un patio de la clínica 1 del Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) en Pachuca.
Hace días eran pacientes que ocupaban las camas habilitadas en el tercer y cuarto piso de la clínica hospitalaria ubicada en la pachuqueña avenida Madero, pero no superaron la enfermedad que tan solo en México ha matado -hasta el momento- a más de 8 mil 500 personas y dejado más de 78 mil contagios. Sus cuerpos envueltos en sábanas rociadas con cloro o desinfectante y guardados en bolsas grises, ahora son hacinados en algún rincón del hospital, donde no estorben, lo que va en contra del manual para el manejo de cadáveres por Covid -19 (Sars-Cov-2), que indica que los cuerpos deben ser trasladados de inmediato a la morgue.
Desde la abrupta aparición del Covid 19, el horror y la angustia se respira en cada una de las paredes de este hospital. Pacientes que ignoran lo que les depara el destino, familias sumergidas en un torturante letargo. Una hora, un día o una semana, da lo mismo, aquí el tiempo martiriza igual. Trabajadores del hospital expuestos a toda hora en la llamada sala negra compuesta de dos pisos habilitados para pacientes graves. También está la sala gris, que es un área intermedia o dicho en otras palabras, la antesala de la morgue.
“Cuando se registraron los primeros casos de Covid 19 en este hospital, solo había nueve camas disponibles. Ahora todo el tercer y cuarto piso han sido habilitados para pacientes con este padecimiento. Hay 34 enfermos en cuarto piso y 13 en el tercero, más los que se acumulen esta semana. El área de pediatría también tiene registrados casos en dos niños”, revela uno de los camilleros que accedió a hablar con Quadratín y a quien, para evitar represalias o señalamientos, llamaremos Juan “N”.
Al igual que Juan, otros camilleros, enfermeras, enfermeros, personal de limpieza y médicos, están al borde del colapso físico y mental:
“Esto va a terminar en paro de labores, los compañeros están estresados, con sentimientos encontrados porque todos estamos aislados de nuestras familias”, dice.
Y es aquí, en una de las clínicas del IMSS, donde personal médico y trabajadores expuestos a un enorme foco de contagio, escuchan una y otra vez la cantaleta de que no hay recursos cuando estos se quejan por la “porquería” de batas, cubrebocas y botas quirúrgicas que les dan para protegerse. Donde la miseria solo es comparable con las inservibles caretas de acetato que no aguantan ni un par de horas. Eso sí, los recursos sobran hasta el borde del derroche cuando se trata de beneficiar a los empoderados de la 4T, como ocurrió hace unas semanas al descubrirse la millonaria adjudicación otorgada al hijo de uno de los personajes más siniestros y cuestionados del gobierno federal y que extrañamente es protegido a vehemencia del presidente Andrés Manuel López Obrador: Manuel Bartlett. Aunque el millonario negocio se le cayó al Jr. al hacerse público el asunto, fue imposible disolver la mancha de un presunto acto de corrupción en un gobierno que se precia de ser muy honesto.
Pero mientras los Bartlett en su calidad de prósperos comercializadores buscan sacarle jugo a la pandemia y exprimir los millones de pesos que tienen a su disposición por ser consentidos de la 4T, otros como Juan padecen en carne propia las carencias de equipo adecuado para realizar su rutina laboral, sobre todo ahora que se agudizó la situación y a toda hora recibe, carga y traslada a enfermos de Covid 19.
“El turno pasado (lunes 25 de mayo) bajamos siete muertos y el turno del sábado para domingo se bajaron otros siete muertos y subimos a cinco enfermos de Covid”, añade Juan, quien debido a esta situación optó por aislarse de su familia y desde hace 15 días vive solo.
Aunque la Secretaría de Salud del gobierno federal elaboró una guía para el manejo de cadáveres por Covid 19, esto no es respetado ni aplicado en la clínica 1 del IMSS, porque los cadáveres se están dejando al exterior en uno de los patios del hospital, y no en la morgue como establece el documento.
A las personas que fallecen por Covid 19 no se les realiza el habitual procedimiento que consiste en limpiar las secreciones, taponeo de conductos (oídos, nariz, garganta, boca, ano y vagina si es mujer).
“Nada más se tapan, se le rocía desinfectante o cloro al cadáver, se amarra como tamal con las sábanas que murió y se ponen dos mortajas, entre cada mortaja debe de haber una rociada de desinfectante y se bajan encapsulados en una camilla”, añade el entrevistado, quien entrega al reportero una serie de fotografías, videos y documentos para acreditar la veracidad de la historia que narra.
Entre estos, llama la atención un video donde se observa a dos camilleros trasladando un cadáver sin cápsula, atrás les sigue un hombre que carga en su espalda un aspersor con el que va sanitizando el camino por donde pasan.
Juan, explica el video:
“Son dos de mis compañeros, los obligaron a trasladar un cadáver a la tomografía para saber si murió por Covid 19 o por neumonía. No hay certeza de qué murió esa persona, pero se debía haber trasladado en una cápsula, y no lo hicieron”.
Juan tiene esposa y tres hijas. Desde hace 15 días no convive con ellas. Tomó la decisión de aislarse en una casa, porque teme contagiarlas y no hay para cuando retome con normalidad su rol familiar.
“Imagínate, mi familia está espantada, mis hijas me extrañan, de repente me van a dejar comida pero de lejitos, como pinche perro, ahí te dejan la comida en la puerta y salgo por ella”.
El hermano de Juan también trabaja en la clínica del IMSS. Recuerda que la última vez que convivió con su familia fue el 10 de mayo, “nos atrevimos a ir a ver a mi mamá, yo todavía no estaba en área Covid, mi hermano desde el principio estuvo en cuarto piso, ahora él tiene dos meses sin ver a sus hijos (una niña de siete años y un niño de cuatro años), están encargados con su suegro, porque él y su esposa que también trabaja como intendente en el IMSS están aislados en su casa”.
Otro caso es citado en la conversación:
“Hay un compañero que está por jubilarse, no tiene esposa ni hijos, pero cuidaba a sus tías que ya son mayores de 70 años, ahora no puede estar cerca de ellas, tuvo que abandonarlas para vivir en otra casa, así como yo. Hay compañeras enfermeras que están dejando a sus hijos con sus papás, que ya se fueron a rentar solas, completamente aisladas”.
Hace unas semanas trabajadores de esta clínica recibieron una propuesta para hospedarse en un hotel, en lo que pasa la pandemia, pero no aceptó:
“Yo no me anoté, porque pues te van a van a mandar a una habitación compartida y quien sabe con quién, mejor así, solo”.
Como cierta nostalgia, alude a otros de sus compañeros que no han tenido tanta suerte y han ido cayendo uno a uno en las garras del Covid 19.
“Solo de mi turno son ya 4 personas que salieron positivos a Covid 19, un camillero y tres enfermeros, incluso las subjefas de turno también están cayendo, hay varias aisladas, positivas”.
Los contagios entre sus compañeros y la pésima calidad de batas, cubrebocas y botas que dan en el IMSS, mantienen en constante alerta a Juan y a sus compañeros, quienes desde hace días solicitaron les practiquen la prueba de Covid 19, pero les han negado esta posibilidad bajo el argumento de que solo se les realizará si presentan síntomas.
“Ya hablamos con nuestra representación sindical, exigimos que nos hagan la prueba, pero el epidemiólogo dice que ni madres, mientras no presentemos síntomas no nos hacen la prueba, a pesar de que estamos en contacto con pacientes enfermos y que ya varios de nuestros compañeros están cayendo”.
No hay día en que Juan no respire el olor a muerte que deja a su paso el Covid 19. Apenas el jueves pasado una persona murió en pleno estacionamiento del IMSS. Su familia lo llevaba a atención médica porque su estado de salud se complicó, pero no llegó ni siquiera a la sala de urgencias. Murió en el carrito Covid que está justo en el estacionamiento.
“Nos dijeron que lo fuéramos a levantar, pero nuestro profesionograma no lo permite, no podemos salir de la clínica, tampoco recibir ningún paciente mucho menos manipularlo”, señala.
Juan no aparta de su mente a su familia y se recuerda que de él depende el sustento de cuatro mujeres.
“Es la chamba y tenemos que llevar el pan a la casa”, agrega, al tiempo que muestra más fotografías sobre el tipo de equipo que usa para cumplir con su trabajo y minimizar los riesgos de contagio. Un overol quirúrgico, sus gafas de protección herméticas, un respirador con filtros que suple al corrientísimo cubrebocas que le dan en el IMSS, una careta profesional porque las de acetato que les dan tampoco sirven y botas de plástico. Todos estos artículos los consiguió por su cuenta, algunos comprados con su propio dinero, otros mediante donaciones.
La pandemia no perdona, incluso a aquellos que llegan por alguna otra emergencia, pero terminan infectándose y perdiendo la vida, como sucedió hace como un mes. Juan recuerda a un tipo de aproximadamente 33 años, alto, fornido, un auténtico toro a quien la maniobra le falló y terminó accidentándose en la carretera a bordo de su motocicleta. Ingresó por una fractura pero en el hospital se contagió de Covid 19 y solo duró dos días.
“Esa es otra de las cosas que está pasando aquí en el hospital, meten personas con aquellos que están como posibles infectados de Covid 19, y cuando resulta que salen positivos ya contagiaron a otras personas, eso ya es negligencia médica”.
En la clínica 1 del IMSS como quizá en otros hospitales de Hidalgo y del país, se ha dado la orden de no brindar reanimación cardiopulmonar (RCP) a pacientes sospechosos de Covid 19, pues representa un riesgo para los doctores, ya que se exponen a recibir fluidos del paciente al momento de darle reanimación.
Pero estas indicaciones, no fueron acatadas por la prima de Juan, quien es doctora en el mismo hospital y la semana pasada le dio reanimación a un paciente que presuntamente estaba infectado por Covid 19, pero de nada sirvió y murió a bordo del carrito.
Es hora de un cubrir un turno más, de ingresar a aquellas habitaciones mortuorias. De recibir y trasladar pacientes infectados, de manipular cadáveres y hacinarlos en algún rincón. Juan se despide, pero se compromete a mantener al tanto al reportero sobre lo que pasa ahí adentro, donde el tiempo es un pozo sin fondo, una hora o una semana, da lo mismo, el tiempo y el Covid matan igual.