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PACHUCA, Hgo., a 12 de marzo de 2020.- Decano del periodismo hidalguense, hábil de pluma y pensamiento, reportero sin miedo a la palabra, falleció, el día de hoy, Anselmo Estrada Alburquerque.
Los silencios que se suceden a su muerte, a los 83 años, son hoy alegoría a su atinada crítica constante, humorística igual que dura, seria y precisa, ligada con palabras hiladas sabiamente en cada columna, la más antigua, por muchos conocida, La Inocente Polvorita, llevada por la mitad de su vida a lo largo de varios medios de comunicación del estado.
Don Chemo, hecho reportero a la antigua, nacido de las entrañas de las minas pachuqueñas, ejerció el periodismo desde sus tempranos veintes, aprendiendo sobre la marcha la impecable redacción que hoy en día cuesta tanto trabajo a muchos en el gremio, dio muestra en su momento y aún en la actualidad de conocimiento, ética periodística y de disciplina autodidacta suficiente para superar a las nuevas generaciones en precisión y candidez para evidenciar los hechos, exhibir al poder, no informarlo, incomodarlo, no apapacharlo.
Conocedor de la historia de Pachuca, de sus leyendas, defensor de su patrimonio, Anselmo Estrada fue también una liga obligada de los medios de comunicación hidalguenses, desde el nacimiento de su Inocente Polvorita, en el diario más antiguo del estado, hasta la llegada de la misma a los impresos posteriores y, hoy en día, a los medios digitales, sin que la actualidad lo dejara atrás, siempre informado, siempre ameno, fiel a la idea de un gremio periodístico comprometido con la información y la verdad.
Don Chemo murió hoy sin haber visto el periodismo que esperaba, el gremio unido, sin distinción de autodidactas y posgraduados, murió sin ver que los medios compitan con información y uso de géneros periodísticos y no por velocidad de publicación, perdió la vida sin conocer reuniones en que se defienda el oficio periodístico no sólo desde su profesionalización, sino desde su dignificación laboral, pero dejando una tarea para el periodismo hidalguense actual, convertirse en pólvora, en una polvorita, en una inocente, una que no sepan dónde va a explotar.