
Adiós a las reglas
PACHUCA, Hgo; 9 de junio de 2025.-Esta semana, en Querétaro, México, se vivió un acontecimiento histórico: el primer Congreso de Mujeres Unidas por la Educación. Organizado por la colectiva MUxED.
No fue casual que esta jornada, tuviera lugar en la cuna, de una de las mujeres más emblemáticas de la independencia de México; Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora. Cuyo legado da nombre y sentido a una de las universidades tecnológicas más jóvenes de la entidad. En ese territorio donde la patria cobra nombre y rumbo — rumbo educativo— se reunió una colectiva de mujeres que todos los días están
decididas a transformar el sistema educativo desde sus trincheras. Porque este congreso, no fue solo un evento con un cartel importante —aunque lo tuvo— fue sobre todo, el primer ejercicio colectivo, feminista y educativo que se planta en el corazón del país para decir: aquí estamos, y vamos a seguir construyendo.
La colectiva organizadora está conformada por mujeres que viven la educación desde todos sus frentes: en aulas rurales y urbanas, universidades, secretarías de educación, ONG, fundaciones, laboratorios y comunidades. Esta diversidad no es casual: responde a una verdad contundente. El sector educativo es, en su mayoría, sostenido por mujeres. Es un sector feminizado, pero históricamente invisibilizado para ocupar los cargos de mando. Este congreso fue también una forma de reconocimiento, un acto de justicia simbólica: por fin se escuchaban juntas las voces de quienes hacen que, de una forma u otra, el sistema educativo funcione todos los días.
Y entre todas esas voces, una estremeció por su claridad y por lo que representa: Ángela Elena Olazarán Laureano, de tan solo 18 años y originaria de Papantla, Veracruz, subió al escenario con la sencillez de quien sabe de dónde viene, pero con la contundencia de quien ya está transformando el futuro. Estudia en un plantel del CONALEP y ha sido reconocida como la mejor estudiante del mundo, tras ganar el Global Student Prize 2024.
Pero más allá de los galardones, sus palabras marcaron el momento: “Mis padres, mis
maestros, son mi red de apoyo; sin ellos, estoy segura, no hubiera ganado nada”.
Ahí está el núcleo de todo: la educación como acto amoroso, y la familia como primera red de confianza. Su madre, Matilde, maestra en educación especial, compartió también que en casa aplica las mismas herramientas que utiliza en el aula: buscar incansablemente las habilidades de cada estudiante, convencida de que todas las niñas y niños tienen algo que aportar al mundo.
Ángela representa lo que ocurre cuando el esfuerzo educativo, institucional y familiar se entrelaza con visión. Su historia es prueba de que sı́ vale la pena invertir en educación carreras STEM. Porque no es solo que ella haya logrado desarrollar un asistente médico con inteligencia artificial para comunidades sin internet. Es que lo hizo desde Papantla, una comunidad pequeña, con apoyo local, con la convicción de servir.
En otra de las conferencias magistrales, Silvia Giorgulli, planteó algunas preguntas clave: ¿Qué inhibe la participación de las mujeres en el mercado laboral? ¿Qué papel juega la educación en el avance de esa participación? Preguntas que, más que conclusiones, abren caminos. Desde este espacio afirmamos que la educación no solo prepara para el trabajo: reconfigura el acceso al poder. Y es ahí donde las redes de mujeres educadoras tienen una tarea urgente y transformadora: derribar las barreras estructurales que aún impiden que el talento femenino despliegue su potencial, dentro y fuera del aula. El congreso me recordó y por supuesto me reafirmó, que ninguna transformación educativa es posible, sin redes de apoyo. Que los grandes cambios no vienen desde arriba, sino desde estos espacios donde las mujeres se organizan para tejer futuro. Que no basta con resistir: hay que construir. Y que cuando las mujeres toman la palabra desde el aula, desde la tecnología, desde la política educativa, no están solo enseñando: están haciendo revolución.
Las de chile seco
Alrededor del 35 % de los graduados, en carreras STEM en México, son mujeres.