Accidente en Tulancingo deja una persona prensada
Era un día de abril en medio de la pandemia.
Esthefany Alinne Vera Ángeles despertó entre lágrimas, no sabía por qué levantarse, por qué arreglarse, ir a trabajar, comer…
El sentido de su vida, a pesar de haber alcanzado a ser la mujer que siempre fue, no lograba definirse y se sorprendió con una falta de aceptación que había arrastrado a lo largo de 40 años.
Tenía dos cuando jugaba con su madre a vestirse y maquillarse, llegó a los cinco pensando que era una princesa, pero también con una limitante: ¿era una princesa con pene?
La construcción en la psique de Alinne a esa temprana edad no coincidía por la impuesta en su familia, hubo un trauma y un shock cuando su padre descubrió los juegos de su esposa y su hija.
“Ya lo volviste joto”, recuerda haber escuchado Alinne de su padre previo a la golpiza que le propinó a su madre, que en adelante advirtió que la condición de la princesa debía ocultarse, que no era algo bueno, que, ya mayor, si optaba por su identidad de género femenina, seguramente terminaría en el sexoservicio o contagiada con VIH.
Vivía con miedo y no tenía amigos, estaba perdida, no se sentía hombre, pero tampoco mujer.
Por años, esa falta de aceptación y de valía hacia su persona le causó traumas, siguió el camino ordenado, en una vida que no quería, intranquila, sin saber quién era, creció siendo un hombre de éxito profesional, que ejercitaba para marcar los músculos, con numerosas parejas sexuales, prepotente, adicto al alcohol, que se paseaba en autos caros con identificaciones del Poder Judicial de la Federación, en donde trabajó durante años tras el descargo de toda su energía en sus estudios y el logro de metas laborales y económicas. Incluso se casó y tuvo un hijo.
Rodeada de gente, con lujos, inmersa en el capitalismo y en una vida vacía, en el cuerpo de un hombre, Alinne se dejó un espacio para la libertad tras la muerte de su madre, en 2010.
Estaba cansada de luchar, de fingir, de vivir siendo un espejismo, de no aprovechar siquiera lo que produjo, de no saber quién era, de vivir en ese hartazgo.
Contó a su padre, a su hermano y a su hijo que se sometería a terapia hormonal para cambiar de sexo, que su nombre no sería más Esteban Alain, a lo que recibió mala respuesta por parte de todos, menos de su hijo, quien le dijo “pá’, tienes lo mejor de dos mundos: la fortaleza de un hombre y la sensibilidad de una mujer”.
Alinne no necesitó más y empezó su recorrido por el sendero del cambio y de la aceptación, este último el más difícil, el más largo y el de mayor aprendizaje, el camino para ser y sólo ser.
Para SER, dice Alinne, es necesario trabajar desde el interior para abrirnos, antes no.
Fue así que finalmente aceptó su ambivalencia, su dicotomía, sin peleas vanas con la heteronormatividad, en busca de generar todo desde el amor, sin importar lo cursi y soñadora que suene al contarlo, según sus propias palabras.
“Sí soy cursi y soñadora, tengo esperanza de que los seres humanos aprendamos a manejarnos desde los valores como el amor, el respeto, la confianza y la comunicación, porque así podemos construir cosas impresionantes”, explica.
ES SÓLO SER. Insiste, ante la posibilidad de eliminar la intolerancia que separa a los humanos, romper con lo establecido, deconstruir el propio ser para ser quien quiere en una libertad que, acepta, aún no es total, pero que sí ve crecer a diario.
Esthefany Alinne dice ya su nombre en alto, no se oculta más, porque espera inspirar a más personas, quiere que su experiencia se conozca con todas sus letras, con todos los tiempos malos y sus defectos, saber que no es sólo una abogada exitosa, sino que su construcción ha tardado 42 años y aún continúa con el reto de hacerse responsable de su vida y sentimientos, de aceptar las partes que a veces se consideran lo peor, pero que, en su caso, resultó que fueron lo mejor de sí.
“Ser una mujer transexual me está haciendo una mejor persona, de otra forma sería muy egoísta, el haber sido ‘así’, con esta represión, me hace querer ahorrar caminos de sufrimiento a más personas, ya no quiero ocultarme, ahora sé quién soy, qué camino recorrer, a dónde voy a llegar y qué quiero de la vida, quiero vivir para servir”.